miércoles, 16 de noviembre de 2016

Andrés Bello

Andrés Bello


Andrés de Jesús María y José Bello López
(Caracas/Venezuela, 29 de noviembre de 1781 - Santiago de Chile, 15 de octubre de 1865) 
Humanista, poeta, legislador, filósofo, educador, crítico y filólogo; en suma, autor de una obra poligráfica,  que constituye la base más  sólida de la civilización hispanoamericana. Vivió en Venezuela las 3 últimas décadas de la dominación española y en otros lugares algo más  de la mitad del primer siglo de vida independiente de las repúblicas americanas hispanohablantes. De este segundo período, los 20 primeros años corresponden al tiempo de lucha por la emancipación nacional, cuyo desarrollo, vicisitudes y triunfo, observó desde Londres. Los últimos 36 años de su vida, pasados en Chile, son los de consolidación de la existencia política y cultural de los nuevos estados. Tal fue el tiempo de Bello; Colonia (Caracas, 1781-1810); Guerra de Independencia (Londres, 1810-1829); gobierno y fijación de las nacionalidades hispanoamericanas (Chile, 1829-1865). Su pensamiento y su labor están  determinadas por dichas circunstancias, a las cuales debemos siempre referir lo que produjo, para llegar a entender el alcance de su obra.Hijo primogénito de Bartolomé Bello y de Ana Antonia López. Andrés, vivió su infancia, mocedades y juventud hasta los 29 años en Caracas. Cursó las primeras letras en la «Academia» de Ramón Vanlosten. Desde niño tuvo pasión por la lectura, particularmente de los clásicos  del Siglo de Oro español. Frecuenta el convento de las Mercedes, donde aprende latín con el padre Cristóbal de Quesada. A la muerte de éste (1796) traducía Bello el libro V de la Eneida. Estudia, desde 1797, en la Real y Pontificia Universidad de Caracas y se gradúa de bachiller en artes, el 14 de junio de 1800. En enero conoce y acompaña a Alejandro de Humboldt en la ascensión a la cima del monte Ávila. Comienza la carrera de derecho y luego la de medicina. Durante sus estudios ha dado clases particulares, entre otros a Simón Bolívar; y ha comenzado a manifestarse como literato, principalmente en la tertulia de los Ustáriz.  Los versos de Bello (traducciones del latín, del francés, adaptaciones de poemas clásicos,  junto a poesías originales) le han ganado prestigio entre sus coetáneos,  y además,  un título específico: El Cisne del Anauco. Estudiaba por su propia iniciativa francés e inglés. En 1802 es nombrado oficial segundo de la secretaría de la capitanía general de Venezuela, en cuyo desempeño mereció honores, como el de comisario de guerra, otorgado en 1807, año en que es nombrado secretario civil (en lo político) de la Junta de la Vacuna. En 1810 es ascendido por la Junta de Caracas, a oficial primero de la Secretaría de Relaciones Exteriores. En julio de 1806 solicita Bello en arrendamiento perpetuo a su nombre y en el de su madre y hermanos unas tierras en las laderas de la fila de Mariches, al este de Caracas, para dedicarlas al cultivo del café; le fueron concedidas en el sitio denominado El Helechal, que recordará  siempre con añoranza hasta el fin de sus días. Las pocas obras juveniles de Bello conservadas tienen fecha imprecisa. Compuso las siguientes: el poema «A la vacuna», la oda «Al Anauco»; el soneto «A una artista»; la égloga «Tirsis habitador del Tajo umbrío»; el romance «A un samán»;  la oda «A la nave», y los sonetos «A la victoria de Bailén» y «Mis deseos». Escribió también los dramas Venezuela consolada y España restaurada, así como el Resumen de la historia de Venezuela, la más  antigua prosa que poseemos del gran humanista. Tenemos noticias de otras obras desventuradamente perdidas, como la égloga «Hace el Anauco un corto abrigo en donde...»; el estudio sobre el «que» y un auto de Reyes, La infancia de Jesús, en endecasílabos. En 1808, con la introducción de la imprenta de Mateo Gallagher y James Lamb, Bello se convierte en el redactor de la Gaceta de Caracas, pero es difícil atribuir con exactitud lo que se debe a su pluma. Emprendió una revista nonata: El Lucero, con Francisco Isnardi. Corresponde a los días de Caracas la obra impresa en 1841, Análisis  ideológica de los tiempos de la conjugación castellana, estudio iniciado, según sus propias palabras, en su juventud. Lamentamos la pérdida de la traducción y adaptación al castellano del Arte de escribir del abate Condillac, que dejó escrita en 1810 y se imprimió, sin su anuencia, en 1824.


El 10 de junio de 1810, en la corbeta inglesa General Wellington, parte de Venezuela hacia Londres acompañando a Simón Bolívar y a Luis López Méndez  en la misión diplomática  nombrada por la Junta de Gobierno de Caracas cerca del gobierno inglés. Permanecerá  en Londres hasta 1829, con grandes períodos de penuria y dificultades económicas. Los más  importantes acontecimientos de su vida en Londres, desde 1810 hasta 1829, son los siguientes: encuentro con Francisco de Miranda, quien le permite el uso de la biblioteca, en Grafton Street, que fue una auténtica revelación cultural para Bello, en los libros de Miranda estudia griego; desempeña con acierto la Secretaría de la Misión Diplomática;  en 1813, solicita ser incluido en la amnistía que había acordado España a los patriotas americanos; en 1814 se casa con María Ana Boyland de la que enviuda en 1821, de este matrimonio nacieron 3 hijos; se relaciona con intelectuales emigrados españoles y con grandes personalidades inglesas políticas y científicas; en 1815 solicita un puesto al gobierno de Cundinamarca, pero su petición no llega a destino, ya que las tropas de Pablo Morillo interceptan el mensaje; se ofrece al gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero no llega a trasladarse a Buenos Aires, con todo y haber sido aceptado su ofrecimiento; gracias a José María Blanco White, escritor y polemista español exiliado en la capital británica,  recibe auxilios del gobierno inglés y entra como preceptor de los hijos de William Richard Hamilton, subsecretario de Estado; desempeña varias tareas intelectuales, con las que puede sobrevivir en tantas adversidades; en 1822, es nombrado secretario interino de la Legación de Chile en Londres a cargo de Antonio José de Irisarri; participa en la fundación de la Sociedad de Americanos, que promovió la publicación de 2 grandes revistas: la Biblioteca Americana (1823) y El Repertorio Americano (1826-1827), en las que participó activamente. En 1824, se casa con Isabel Antonia Dunn de cuyo matrimonio nacerán  12 hijos; en 1825 se encarga de la Secretaría de la Legación de la Gran Colombia, en cuyas funciones llegó en 1827, por unos meses, a encargado de negocios. En 1826 es elegido miembro de número de la Academia Nacional creada en Bogotá  a fines de ese año. Se le nombra en 1828 cónsul general de Colombia en París, y se le previene que al concretarse las relaciones con Portugal deberá  pasar a esa Corte como ministro plenipotenciario, funciones que no llega a ocupar, pues en 1829 decide trasladarse a Santiago de Chile con su familia. Es asombrosa su actividad, tanto en el estudio como en su obra escrita, durante los 19 años de su vida londinense. Trabaja en los asuntos políticos, diplomáticos  y hacendísticos americanos a él confiados; investiga asiduamente en el Museo Británico;  completa sus conocimientos lingüísticos, filológicos y de historia literaria; se prepara en experiencias diplomáticas  y en estudios de derecho internacional; se dedica a la enseñanza privada; dirige publicaciones; llena sus páginas  con escritos de carácter  enciclopédico; crea sus más  grandes poemas originales y elabora estudios de crítica y de historia literaria y filológica. En una palabra, completa y consolida su formación, ensancha sus conocimientos y comienza la labor de publicista que habrá  de darle renombre en todo el continente americano y aun más  allá  de sus límites. En varios campos de conocimiento manifiesta Bello su perfeccionamiento de la formación humanística que había recibido en Caracas. En poesía elabora en sus días londinenses sus 2 poemas: la silva Alocución a la poesía, que imprime en 1823 y la silva La agricultura de la zona tórrida, que ve la luz en 1826; creaciones que lo consagran como el príncipe de la Literatura  hispanoamericana. Compone, asimismo, otras poesías menores, El himno a Colombia (1825); Carta de Londres a París por un americano a otro (dirigida a José Joaquín Olmedo); Canción a la disolución de Colombia (1829). Traduce del francés y del inglés al castellano (Delille y Byron). Por otra parte, desarrolla su capacidad de crítico literario con estudios sobre Álvarez de Cienfuegos, José Joaquín Olmedo, Diego Fernández  de Navarrete, Javier de Burgos, José María Heredia, Cruz Varela, etc. Las investigaciones sobre el idioma castellano (ortografía, etimología) anuncian al filólogo del lenguaje que habrá  de ser en Chile, al escribir la Gramática  de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847). Se adentra en los temas de la crítica filológica y literaria histórica (Sismondi); versificación latina y griega; sistema de asonancias; poesía medieval castellana con sus primeras aportaciones al estudio del Poema del Mío Cid. Y además,  su impresionante labor de divulgación en temas geográficos,  científicos, médicos, mineralógicos y de historia natural, con el homenaje tributado a Humboldt. Todo ello nos indica un amplio horizonte de intereses, tanto como una sólida formación, lo cual habrá  de dar frutos excelentes como maestro y humanista a su regreso a América. Parte de Londres el 14 de febrero de 1829, llega a Valparaíso el 25 de junio, a bordo del bergantín inglés Grecian y permanecerá  en Chile hasta su muerte. Reside durante la casi totalidad de los 36 años en Santiago, pues salvo cortos períodos en Valparaíso y en la hacienda de los Carrera, en San Miguel del Monte, permaneció siempre en la capital chilena o en sus cercanías (Peñalolén). Los sucesos que jalonan la vida de Bello en Chile son los siguientes: en 1829, es nombrado oficial mayor del Ministerio de Hacienda; en 1830, se le designa rector del colegio de Santiago; el mismo año se inicia la publicación de El Araucano, del que fue principal redactor hasta 1853; en 1831, comienza su actividad como maestro en su propio domicilio; en 1832, publica la primera edición de los Principios de derecho de jentes, transformado luego en Principios de derecho internacional; es nombrado en 1832, miembro de la Junta de Educación; el 15 de octubre de 1832, el Congreso de Chile lo declara chileno legal, con la plenitud de derechos del ciudadano chileno; en 1834, pasa a desempeñar hasta 1852, la Oficialía Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores; en 1835, publica los Principios de ortología y métrica; en 1837, es elegido senador de la República, cargo que desempeña hasta su muerte; en 1840, empieza sus trabajos que culminarán  en el Código Civil; en 1841 publica la obra Análisis  ideológica de los tiempos de la conjugación castellana y el poema «El incendio de la Compañía», que se estima como la primera manifestación del romanticismo en Chile; en 1842, se decreta la fundación de la Universidad de Chile, cuya inauguración en 1843 es el acto más  trascendental en la vida del maestro Bello, quien ejerce su rectorado; en abril de 1847, publica la primera edición de la Gramática  castellana destinada al uso de los americanos; en 1848, publica la Cosmografía o descripción del universo; en 1850, su Historia de la literatura; en 1851, es designado miembro honorario de la Real Academia Española y en 1861, miembro correspondiente; en 1852, termina la preparación del Código Civil, que es aprobado por el Congreso chileno en 1855; en 1864, se le elige  árbitro para dirimir una diferencia internacional entre Ecuador y Estados Unidos; en 1865, se le escoge para ser  árbitro de la controversia entre Perú y Colombia, encargo que declina por estar gravemente enfermo. En Chile publica la mayor parte de su obra y moldea generaciones de discípulos. Da a las prensas de manera ininterrumpida los frutos de su ingenio desde sus 48 hasta los 84 años de edad. No es fácil  reducir a breve esquema la acción, tan vasta y rica de una larga, silenciosa y paciente vida de trabajo. El propósito fundamental de Bello podría sintetizarse en el «proyecto civilizador» en pro de los países llegados a la independencia nacional, después de la dura lucha por conseguirla. Humanista integral, nos ofrece una personalidad diferente del humanista del Renacimiento, erudito, que se complacía en descifrar cuestiones filológicas o de hermenéutica, hasta cierto punto preciosistas; está  más  lejos todavía del tipo del pensador que busca únicamente el goce íntimo en la aprehensión de la belleza intelectual en las creaciones humanas. La finalidad que persigue es distinta: se propone asentar las bases de civilización y cultura, requeridas por las sociedades hispanoamericanas, al advenir a la situación de pueblos emancipados. O sea, que todo lo que hace presenta un profundo contenido político, educativo. Invoca el ejemplo de las civilizaciones precedentes en la historia de la humanidad, obra de pueblos «...que han trabajado para nosotros...»; que formaron naciones ricas de conocimientos, de que «...podemos participar, con solo quererlo...» Fija, entonces, las líneas fundamentales de la educación que por su propio esfuerzo, mediante «...el proceder analítico...», debían conquistar y asimilar las distintas porciones del vasto continente americano. Tales admoniciones conforman la función básica  de un maestro conductor. Visto desde esta perspectiva, se iluminan y se refunden armoniosamente en magnífica unidad los trabajos a que dedicó su poderosa inteligencia y su preparación excepcional, pues todo converge a un mismo fin: civilizar a una América liberada, que requería estudiar y hacer propio el saber universal para adaptarlo a las peculiaridades de cada pueblo. La gran pregunta que Bello se formula durante su residencia en Londres, cuando podía contemplar la América en conjunto (en su historia y en su realidad) es, sin duda, cuál  debía ser la educación de cada pueblo para desarrollar la cultura peculiar, equilibrada, sólida, totalizadora, a fin de construir el futuro. En Inglaterra concibió la aplicación de su preparación humanística, perfeccionada respecto a sus días juveniles. La organización político-social fue su primordial preocupación por cuanto debían definirse «las bases jurídicas del Estado» (no era abogado y sin embargo era el mayor jurista de su tiempo): la enseñanza del derecho romano (nos queda el texto de sus lecciones) y la ordenación constitucional (su participación en la Constitución de 1833, sus cursos de derecho político), son sus primeras actividades docentes en Chile; la elaboración del Código Civil, ardua empresa a la que dedica casi 20 años de tarea ininterrumpida; y lo que ha llamado Guillermo Feliú Cruz «la creación de la administración pública», mediante sus dictámenes  y la acción diaria en altos cargos de Gobierno y asesoría en Chile. Aunque estuviese en la Secretaría de Relaciones Exteriores sus advertencias y consejos abarcaron toda la gobernación del Estado. No hay que olvidar su obra de legislador en el Senado. Con todo ello dejaba asentada la base de la convivencia civil entre ciudadanos. «El papel del Estado en la comunidad de naciones» lo atiende en sus Principios de derecho de jentes (1832) (llamados luego, Principios de derecho internacional, a partir de la segunda edición, 1844). Por otra parte, el dominio de la teoría del Derecho  internacional le permite dictaminar cada caso concreto, desde la Oficialía Mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Se requería además,  atender al «lenguaje», como medio providencial de relación entre las naciones del mundo hispánico,  por lo que fue también objeto de atención, desde las Advertencias sobre el uso del castellano (1833-1834) hasta culminar en su Gramática  (1847). Por otra parte sus investigaciones sobre el castellano en su historia: Poema del Cid, la Gramática  latina (1846), y todos los trabajos sobre la edad media literaria, o estudios sobre el griego y el latín, pertenecen a esta preocupación por preservar el idioma ante cualquier deterioro. La gran urgencia era la «educación», finalidad que persigue no sólo en su decisiva función de rector de la Universidad de Chile (1843), sino en la acción diaria en las aulas o en su propio domicilio. La dedicación a los temas de la enseñanza desde la docencia superior hasta la escuela primaria, fue constante en su vida. Desde el estudio de las bases del raciocinio, que es su Filosofía del entendimiento (edición póstuma, 1881) hasta la definición de los conceptos fundamentales de la educación en su discurso inaugural de la Universidad de Chile (1843) hasta los manuales de estudio que preparó y publicó Cosmografía (1848), Historia de la literatura (1850), Compendio de gramática  castellana para uso de las escuelas primarias (1851) y sus advertencias orientadoras sobre la historiografía: Modo de escribir la historia (1848), Modo de estudiar la historia (1848), etc. En esta finalidad docente debe incluirse su constante preocupación por divulgar el conocimiento de las ciencias. «El buen gusto» entra, plenamente en el campo de su acción civilizadora. Además  del goce íntimo que experimenta quien está  favorecido por las musas («...adornaron de celajes alegres la mañana de mi vida...», dijo Bello), cultivó la poesía, que le acompaña siempre desde su juventud. Hay que situar en el propósito de la educación del gusto, su labor de traductor de poesía y teatro (francés, inglés, italiano, latín), así como su labor continuada en la crítica literaria. Sobre estos firmes pilares (organización del Estado, vida internacional, lenguaje, educación y formación del buen gusto) edifica su obra ingente. Todo cuanto hace converge a este elevado propósito: definir la civilización hispanoamericana. Para ello, utiliza los medios que tiene a su alcance: el libro, las lecciones, el teatro, el periódico (El Araucano, principalmente). Si contemplamos la personalidad de Bello comprometido a transmitir el concepto de civilización para Hispanoamérica, todas las partes de su amplísima y variada actividad se ensamblan perfectamente. Y se ratifica la interpretación que la historia de la cultura ha dado a su persona: la de fundador de la cultura americana que habla español, como primer humanista del continente.    
BIBLIOGRAFÍA ICONOGRÁFICA: GRASES, PEDRO, Los retratos de Bello. Notas históricas sobre las interpretaciones en vida del humanista. 2ª edición. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1969.


ICONOGRAFÍA: No se conocen interpretaciones pictóricas de Andrés Bello ejecutadas durante su permanencia en Venezuela (1781-1810) y en Londres (1810-1829); las circunstancias de su vida durante esos dos períodos no eran las más  propicias para ello. El más  antiguo retrato suyo conocido es el pintado en Santiago de Chile en 1844 por el francés Raymond Quinsac Monvoisin, cuando Bello contaba 63 años de edad, el cual lo representa en su condición de rector de la Universidad de Chile; este óleo, que perteneció a Belisario Prats Bello, se halla en la sala de sesiones del Consejo de dicha institución. Posteriormente, el profesor, también francés, Teodoro Blondeau, hizo un dibujo de Bello, durante una de las tertulias que se llevaban a cabo en casa de la artista Isidora Zegers de Huneeus, en 1846. Entre los pocos retratos de Bello realizados del natural destaca igualmente el óleo de autor desconocido que hizo pintar en Santiago de Chile el viajero venezolano Francisco Michelena y Rojas, terminado el 23 de septiembre de 1850; a su regreso a Venezuela dicho viajero lo donó en marzo de 1851 a la Universidad de Caracas; hoy se conserva en la Biblioteca Nacional. Existe también un daguerrotipo donde Bello aparece sentado al lado de su esposa en la biblioteca de su casa, tomado en 1861; fue reproducido por el escritor chileno Eugenio Orrego Vicuña en la segunda edición de su libro titulado Don Andrés Bello, publicado en 1935. El último retrato ejecutado durante su vida es un óleo para el cual posó en Santiago a instancias del general venezolano Francisco Iriarte a fines de diciembre de 1864, unos 10 meses antes de su muerte; este retrato, cuyo autor se desconoce, fue traído a Venezuela por Iriarte, quien lo ofreció en marzo de 1865 al Concejo Municipal de Caracas para que fuese colocado en su salón de sesiones; la donación no fue aceptada por los ediles de la época e Iriarte lo obsequió al gobierno nacional, a la cabeza del cual se hallaba entonces el general Antonio Guzmán  Blanco, quien lo destinó al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se conserva. Después de fallecido el sabio se erigieron estatuas en diversos lugares; 2 de las más  conocidas son: la que se halla frente a la Universidad de Chile, en Santiago, y la colocada en la avenida que lleva su nombre en Caracas. Entre las interpretaciones pictóricas de Bello debidas a artistas del siglo XX destaca el lienzo titulado Una lección de Andrés Bello, donde es representado en compañía de Simón Bolívar, por el pintor Tito Salas, obra ejecutada hacia 1921 que se halla en la Casa Natal del Libertador en Caracas. 

Fotografías Colección Biblioteca del Congreso Nacional de Chile



 Andrés Bello

Chile

Caracas, 29.11.1781 _ Santiago de Chile, 15.10.1865
Humanista, poeta, legislador, filósofo, educador, crítico y filólogo; en suma, autor de una obra poligráfica,  que constituye la base más  sólida de la civilización hispanoamericana. Vivió en Venezuela las 3 últimas décadas de la dominación española y en otros lugares algo más  de la mitad del primer siglo de vida independiente de las repúblicas americanas hispanohablantes. De este segundo período, los 20 primeros años corresponden al tiempo de lucha por la emancipación nacional, cuyo desarrollo, vicisitudes y triunfo, observó desde Londres. Los últimos 36 años de su vida, pasados en Chile, son los de consolidación de la existencia política y cultural de los nuevos estados. Tal fue el tiempo de Bello; Colonia (Caracas, 1781-1810); Guerra de Independencia (Londres, 1810-1829); gobierno y fijación de las nacionalidades hispanoamericanas (Chile, 1829-1865). Su pensamiento y su labor están  determinadas por dichas circunstancias, a las cuales debemos siempre referir lo que produjo, para llegar a entender el alcance de su obra.Hijo primogénito de Bartolomé Bello y de Ana Antonia López. Andrés, vivió su infancia, mocedades y juventud hasta los 29 años en Caracas. Cursó las primeras letras en la «Academia» de Ramón Vanlosten. Desde niño tuvo pasión por la lectura, particularmente de los clásicos  del Siglo de Oro español. Frecuenta el convento de las Mercedes, donde aprende latín con el padre Cristóbal de Quesada. A la muerte de éste (1796) traducía Bello el libro V de la Eneida. Estudia, desde 1797, en la Real y Pontificia Universidad de Caracas y se gradúa de bachiller en artes, el 14 de junio de 1800. En enero conoce y acompaña a Alejandro de Humboldt en la ascención a la cima del monte Ávila. Comienza la carrera de derecho y luego la de medicina. Durante sus estudios ha dado clases particulares, entre otros a Simón Bolívar; y ha comenzado a manifestarse como literato, principalmente en la tertulia de los Ustáriz.  Los versos de Bello (traducciones del latín, del francés, adaptaciones de poemas clásicos,  junto a poesías originales) le han ganado prestigio entre sus coetáneos,  y además,  un título específico: El Cisne del Anauco. Estudiaba por su propia iniciativa francés e inglés. En 1802 es nombrado oficial segundo de la secretaría de la capitanía general de Venezuela, en cuyo desempeño mereció honores, como el de comisario de guerra, otorgado en 1807, año en que es nombrado secretario civil (en lo político) de la Junta de la Vacuna. En 1810 es ascendido por la Junta de Caracas, a oficial primero de la Secretaría de Relaciones Exteriores. En julio de 1806 solicita Bello en arrendamiento perpetuo a su nombre y en el de su madre y hermanos unas tierras en las laderas de la fila de Mariches, al este de Caracas, para dedicarlas al cultivo del café; le fueron concedidas en el sitio denominado El Helechal, que recordará  siempre con añoranza hasta el fin de sus días. Las pocas obras juveniles de Bello conservadas tienen fecha imprecisa. Compuso las siguientes: el poema «A la vacuna», la oda «Al Anauco»; el soneto «A una artista»; la égloga «Tirsis habitador del Tajo umbrío»; el romance «A un samán»;  la oda «A la nave», y los sonetos «A la victoria de Bailén» y «Mis deseos». Escribió también los dramas Venezuela consolada y España restaurada, así como el Resumen de la historia de Venezuela, la más  antigua prosa que poseemos del gran humanista. Tenemos noticias de otras obras desventuradamente perdidas, como la égloga «Hace el Anauco un corto abrigo en donde...»; el estudio sobre el «que» y un auto de Reyes, La infancia de Jesús, en endecasílabos. En 1808, con la introducción de la imprenta de Mateo Gallagher y James Lamb, Bello se convierte en el redactor de la Gaceta de Caracas, pero es difícil atribuir con exactitud lo que se debe a su pluma. Emprendió una revista nonata: El Lucero, con Francisco Isnardi. Corresponde a los días de Caracas la obra impresa en 1841, Análisis  ideológica de los tiempos de la conjugación castellana, estudio iniciado, según sus propias palabras, en su juventud. Lamentamos la pérdida de la traducción y adaptación al castellano del Arte de escribir del abate Condillac, que dejó escrita en 1810 y se imprimió, sin su anuencia, en 1824.
El 10 de junio de 1810, en la corbeta inglesa General Wellington, parte de Venezuela hacia Londres acompañando a Simón Bolívar y a Luis López Méndez  en la misión diplomática  nombrada por la Junta de Gobierno de Caracas cerca del gobierno inglés. Permanecerá  en Londres hasta 1829, con grandes períodos de penuria y dificultades económicas. Los más  importantes acontecimientos de su vida en Londres, desde 1810 hasta 1829, son los siguientes: encuentro con Francisco de Miranda, quien le permite el uso de la biblioteca, en Grafton Street, que fue una auténtica revelación cultural para Bello, en los libros de Miranda estudia griego; desempeña con acierto la Secretaría de la Misión Diplomática;  en 1813, solicita ser incluido en la amnistía que había acordado España a los patriotas americanos; en 1814 se casa con María Ana Boyland de la que enviuda en 1821, de este matrimonio nacieron 3 hijos; se relaciona con intelectuales emigrados españoles y con grandes personalidades inglesas políticas y científicas; en 1815 solicita un puesto al gobierno de Cundinamarca, pero su petición no llega a destino, ya que las tropas de Pablo Morillo interceptan el mensaje; se ofrece al gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero no llega a trasladarse a Buenos Aires, con todo y haber sido aceptado su ofrecimiento; gracias a José María Blanco White, escritor y polemista español exiliado en la capital británica,  recibe auxilios del gobierno inglés y entra como preceptor de los hijos de William Richard Hamilton, subsecretario de Estado; desempeña varias tareas intelectuales, con las que puede sobrevivir en tantas adversidades; en 1822, es nombrado secretario interino de la Legación de Chile en Londres a cargo de Antonio José de Irisarri; participa en la fundación de la Sociedad de Americanos, que promovió la publicación de 2 grandes revistas: la Biblioteca Americana (1823) y El Repertorio Americano (1826-1827), en las que participó activamente. En 1824, se casa con Isabel Antonia Dunn de cuyo matrimonio nacerán  12 hijos; en 1825 se encarga de la Secretaría de la Legación de la Gran Colombia, en cuyas funciones llegó en 1827, por unos meses, a encargado de negocios. En 1826 es elegido miembro de número de la Academia Nacional creada en Bogotá  a fines de ese año. Se le nombra en 1828 cónsul general de Colombia en París, y se le previene que al concretarse las relaciones con Portugal deberá  pasar a esa Corte como ministro plenipotenciario, funciones que no llega a ocupar, pues en 1829 decide trasladarse a Santiago de Chile con su familia. Es asombrosa su actividad, tanto en el estudio como en su obra escrita, durante los 19 años de su vida londinense. Trabaja en los asuntos políticos, diplomáticos  y hacendísticos americanos a él confiados; investiga asiduamente en el Museo Británico;  completa sus conocimientos lingüísticos, filológicos y de historia literaria; se prepara en experiencias diplomáticas  y en estudios de derecho internacional; se dedica a la enseñanza privada; dirige publicaciones; llena sus páginas  con escritos de carácter  enciclopédico; crea sus más  grandes poemas originales y elabora estudios de crítica y de historia literaria y filológica. En una palabra, completa y consolida su formación, ensancha sus conocimientos y comienza la labor de publicista que habrá  de darle renombre en todo el continente americano y aun más  allá  de sus límites. En varios campos de conocimiento manifiesta Bello su perfeccionamiento de la formación humanística que había recibido en Caracas. En poesía elabora en sus días londinenses sus 2 poemas: la silva Alocución a la poesía, que imprime en 1823 y la silva La agricultura de la zona tórrida, que ve la luz en 1826; creaciones que lo consagran como el príncipe de la Literatura  hispanoamericana. Compone, asimismo, otras poesías menores, El himno a Colombia (1825); Carta de Londres a París por un americano a otro (dirigida a José Joaquín Olmedo); Canción a la disolución de Colombia (1829). Traduce del francés y del inglés al castellano (Delille y Byron). Por otra parte, desarrolla su capacidad de crítico literario con estudios sobre Álvarez de Cienfuegos, José Joaquín Olmedo, Diego Fernández  de Navarrete, Javier de Burgos, José María Heredia, Cruz Varela, etc. Las investigaciones sobre el idioma castellano (ortografía, etimología) anuncian al filólogo del lenguaje que habrá  de ser en Chile, al escribir la Gramática  de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847). Se adentra en los temas de la crítica filológica y literaria histórica (Sismondi); versificación latina y griega; sistema de asonancias; poesía medieval castellana con sus primeras aportaciones al estudio del Poema del Mío Cid. Y además,  su impresionante labor de divulgación en temas geográficos,  científicos, médicos, mineralógicos y de historia natural, con el homenaje tributado a Humboldt. Todo ello nos indica un amplio horizonte de intereses, tanto como una sólida formación, lo cual habrá  de dar frutos excelentes como maestro y humanista a su regreso a América. Parte de Londres el 14 de febrero de 1829, llega a Valparaíso el 25 de junio, a bordo del bergantín inglés Grecian y permanecerá  en Chile hasta su muerte. Reside durante la casi totalidad de los 36 años en Santiago, pues salvo cortos períodos en Valparaíso y en la hacienda de los Carrera, en San Miguel del Monte, permaneció siempre en la capital chilena o en sus cercanías (Peñalolén). Los sucesos que jalonan la vida de Bello en Chile son los siguientes: en 1829, es nombrado oficial mayor del Ministerio de Hacienda; en 1830, se le designa rector del colegio de Santiago; el mismo año se inicia la publicación de El Araucano, del que fue principal redactor hasta 1853; en 1831, comienza su actividad como maestro en su propio domicilio; en 1832, publica la primera edición de los Principios de derecho de jentes, transformado luego en Principios de derecho internacional; es nombrado en 1832, miembro de la Junta de Educación; el 15 de octubre de 1832, el Congreso de Chile lo declara chileno legal, con la plenitud de derechos del ciudadano chileno; en 1834, pasa a desempeñar hasta 1852, la Oficialía Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores; en 1835, publica los Principios de ortología y métrica; en 1837, es elegido senador de la República, cargo que desempeña hasta su muerte; en 1840, empieza sus trabajos que culminarán  en el Código Civil; en 1841 publica la obra Análisis  ideológica de los tiempos de la conjugación castellana y el poema «El incendio de la Compañía», que se estima como la primera manifestación del romanticismo en Chile; en 1842, se decreta la fundación de la Universidad de Chile, cuya inauguración en 1843 es el acto más  trascendental en la vida del maestro Bello, quien ejerce su rectorado; en abril de 1847, publica la primera edición de la Gramática  castellana destinada al uso de los americanos; en 1848, publica la Cosmografía o descripción del universo; en 1850, su Historia de la literatura; en 1851, es designado miembro honorario de la Real Academia Española y en 1861, miembro correspondiente; en 1852, termina la preparación del Código Civil, que es aprobado por el Congreso chileno en 1855; en 1864, se le elige  árbitro para dirimir una diferencia internacional entre Ecuador y Estados Unidos; en 1865, se le escoge para ser  árbitro de la controversia entre Perú y Colombia, encargo que declina por estar gravemente enfermo. En Chile publica la mayor parte de su obra y moldea generaciones de discípulos. Da a las prensas de manera ininterrumpida los frutos de su ingenio desde sus 48 hasta los 84 años de edad. No es fácil  reducir a breve esquema la acción, tan vasta y rica de una larga, silenciosa y paciente vida de trabajo. El propósito fundamental de Bello podría sintetizarse en el «proyecto civilizador» en pro de los países llegados a la independencia nacional, después de la dura lucha por conseguirla. Humanista integral, nos ofrece una personalidad diferente del humanista del Renacimiento, erudito, que se complacía en descifrar cuestiones filológicas o de hermenéutica, hasta cierto punto preciosistas; está  más  lejos todavía del tipo del pensador que busca únicamente el goce íntimo en la aprehensión de la belleza intelectual en las creaciones humanas. La finalidad que persigue es distinta: se propone asentar las bases de civilización y cultura, requeridas por las sociedades hispanoamericanas, al advenir a la situación de pueblos emancipados. O sea, que todo lo que hace presenta un profundo contenido político, educativo. Invoca el ejemplo de las civilizaciones precedentes en la historia de la humanidad, obra de pueblos «...que han trabajado para nosotros...»; que formaron naciones ricas de conocimientos, de que «...podemos participar, con solo quererlo...» Fija, entonces, las líneas fundamentales de la educación que por su propio esfuerzo, mediante «...el proceder analítico...», debían conquistar y asimilar las distintas porciones del vasto continente americano. Tales admoniciones conforman la función básica  de un maestro conductor. Visto desde esta perspectiva, se iluminan y se refunden armoniosamente en magnífica unidad los trabajos a que dedicó su poderosa inteligencia y su preparación excepcional, pues todo converge a un mismo fin: civilizar a una América liberada, que requería estudiar y hacer propio el saber universal para adaptarlo a las peculiaridades de cada pueblo. La gran pregunta que Bello se formula durante su residencia en Londres, cuando podía contemplar la América en conjunto (en su historia y en su realidad) es, sin duda, cuál  debía ser la educación de cada pueblo para desarrollar la cultura peculiar, equilibrada, sólida, totalizadora, a fin de construir el futuro. En Inglaterra concibió la aplicación de su preparación humanística, perfeccionada respecto a sus días juveniles. La organización político-social fue su primordial preocupación por cuanto debían definirse «las bases jurídicas del Estado» (no era abogado y sin embargo era el mayor jurista de su tiempo): la enseñanza del derecho romano (nos queda el texto de sus lecciones) y la ordenación constitucional (su participación en la Constitución de 1833, sus cursos de derecho político), son sus primeras actividades docentes en Chile; la elaboración del Código Civil, ardua empresa a la que dedica casi 20 años de tarea ininterrumpida; y lo que ha llamado Guillermo Feliú Cruz «la creación de la administración pública», mediante sus dictámenes  y la acción diaria en altos cargos de Gobierno y asesoría en Chile. Aunque estuviese en la Secretaría de Relaciones Exteriores sus advertencias y consejos abarcaron toda la gobernación del Estado. No hay que olvidar su obra de legislador en el Senado. Con todo ello dejaba asentada la base de la convivencia civil entre ciudadanos. «El papel del Estado en la comunidad de naciones» lo atiende en sus Principios de derecho de jentes (1832) (llamados luego, Principios de derecho internacional, a partir de la segunda edición, 1844). Por otra parte, el dominio de la teoría del Derecho  internacional le permite dictaminar cada caso concreto, desde la Oficialía Mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Se requería además,  atender al «lenguaje», como medio providencial de relación entre las naciones del mundo hispánico,  por lo que fue también objeto de atención, desde las Advertencias sobre el uso del castellano (1833-1834) hasta culminar en su Gramática  (1847). Por otra parte sus investigaciones sobre el castellano en su historia: Poema del Cid, la Gramática  latina (1846), y todos los trabajos sobre la edad media literaria, o estudios sobre el griego y el latín, pertenecen a esta preocupación por preservar el idioma ante cualquier deterioro. La gran urgencia era la «educación», finalidad que persigue no sólo en su decisiva función de rector de la Universidad de Chile (1843), sino en la acción diaria en las aulas o en su propio domicilio. La dedicación a los temas de la enseñanza desde la docencia superior hasta la escuela primaria, fue constante en su vida. Desde el estudio de las bases del raciocinio, que es su Filosofía del entendimiento (edición póstuma, 1881) hasta la definición de los conceptos fundamentales de la educación en su discurso inaugural de la Universidad de Chile (1843) hasta los manuales de estudio que preparó y publicó Cosmografía (1848), Historia de la literatura (1850), Compendio de gramática  castellana para uso de las escuelas primarias (1851) y sus advertencias orientadoras sobre la historiografía: Modo de escribir la historia (1848), Modo de estudiar la historia (1848), etc. En esta finalidad docente debe incluirse su constante preocupación por divulgar el conocimiento de las ciencias. «El buen gusto» entra, plenamente en el campo de su acción civilizadora. Además  del goce íntimo que experimenta quien está  favorecido por las musas («...adornaron de celajes alegres la mañana de mi vida...», dijo Bello), cultivó la poesía, que le acompaña siempre desde su juventud. Hay que situar en el propósito de la educación del gusto, su labor de traductor de poesía y teatro (francés, inglés, italiano, latín), así como su labor continuada en la crítica literaria. Sobre estos firmes pilares (organización del Estado, vida internacional, lenguaje, educación y formación del buen gusto) edifica su obra ingente. Todo cuanto hace converge a este elevado propósito: definir la civilización hispanoamericana. Para ello, utiliza los medios que tiene a su alcance: el libro, las lecciones, el teatro, el periódico (El Araucano, principalmente). Si contemplamos la personalidad de Bello comprometido a transmitir el concepto de civilización para Hispanoamérica, todas las partes de su amplísima y variada actividad se ensamblan perfectamente. Y se ratifica la interpretación que la historia de la cultura ha dado a su persona: la de fundador de la cultura americana que habla español, como primer humanista del continente.    




BIBLIOGRAFÍA: A/ OBRAS COMPLETAS. Obras completas de Andrés Bello. 2ª ed. Caracas: La Casa de Bello, 1981. 26 v. I. Poesía, prólogo Fernando Paz Castillo; II. Borradores de poesía, prólogo Pedro Pablo Barnola; III. Filosofía del entendimiento y otros escritos filosóficos, prólogo Juan David García Bacca; IV. Gramática  de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, prólogo Amado Alonso; V. Estudios gramaticales, prólogo Ángel Rosenblat; VI. Estudios filológicos I. Principios de la ortología y métrica de la lengua castellana y otros escritos, prólogo Samuel Gily Gaya; VII. Estudios filológicos II. Poema del Cid y otros escritos, prólogo Pedro Grases; VIII. Gramática  latina y escritos complementarios, prólogo y notas Aurelio Espinoza; IX. Temas de crítica literaria, prólogo Arturo Uslar Pietri; X. Derecho Internacional I. Principios de derecho internacional y escritos complementarios, prólogo Eduardo Plaza; XI. Derecho Internacional II.Temas de política internacional; XII y XIII. Derecho Internacional III y IV. Documentos de la Cancillería, prólogo Jorge Gamboa Correa; XIV , XV y XVI. Código Civil de la República de Chile, introducción y notas Pedro Lira Urquieta; XVII. Derecho Romano, introducción Hessel E. Intema; XVIII. Temas jurídicos y sociales, prólogo Rafael Caldera; XIX. Mensajes y textos de gobierno, prólogo Guillermo Feliú Cruz; XX. Labor en el Senado de Chile (Discursos y escritos), prólogo y notas Ricardo Donoso; XXI y XXII. Temas educacionales I y II, prólogo Luis B. Prieto F.; XXIII. Temas de historia y geografía, prólogo Mariano Picón Salas; XXIV. Cosmografía y otros escritos de divulgación científica, prólogo y notas F.J. Duarte; XXV y XXVI. Epistolario I y II, prólogo Oscar Sambrano Urdaneta). B/ANTOLOGÍAS. ARCINIEGAS, GERMÁN, comp. El pensamiento vivo de Andrés Bello. 2ª ed. Buenos Aires: Editorial Losada, 1958; BELLO, ANDRÉS. Gramática  de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Ed. crítica y estudio preliminar de Ramón Trujillo. Santa Cruz de Tenerife: Instituto Universitario Lingüístico Andrés Bello, 1981; DORTA, JOSEFA. Gramática  inédita de Andrés Bello, estudio de variantes. Santa Cruz de Tenerife: Instituto Universitario Lingüístico Andrés Bello, 1982; GRASES, PEDRO. Obra literaria de Andrés Bello. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979; __, comp. Antología de Andrés Bello. 7ª ed. Barcelona: Seix Barral, 1978; __, comp. Antología del bellismo en Venezuela. 2ª ed. Caracas: Monte Ávila, 1981; MÉNDEZ PLANCARTE, GABRIEL, comp. Bello. México: Secretaría de Educación Pública, 1943; SILVA CASTRO, RAÚL, comp. Antología de Andrés Bello. Santiago de Chile: Editorial Zig-Zag, 1965; SUÁREZ, MARCO FIDEL. Estudios gramaticales: introducción a las obras filológicas de don Andrés Bello. Bogotá:  Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1957. C/BIBLIOGRAFÍAS. BECCO, HORACIO JORGE. Ediciones chilenas de Andrés Bello (1830-1893). Caracas: La Casa de Bello, 1980; GRASES, PEDRO. «Bibliografía de Andrés Bello». EN: Estudios sobre Andrés Bello. Caracas: Seix Barral, 1981; MILLARES CARLO, AGUSTÍN. Bibliografía de Andrés Bello. 3ª ed. Madrid: Fundación Universitaria Española, 1978; VAISSE, EMILIO. Bibliografía de don Andrés Bello y sus descendientes, 1781-1916. Santiago de Chile: Imprenta Universitaria, 1917. D/BIOGRAFIAS. AMUNÁTEGUI ALDUNATE, MIGUEL LUIS. Vida de don Andrés Bello. 2ª ed. Santiago de Chile: Publicaciones de la Embajada de Venezuela en Chile, 1962; BALBIN DE UNQUERA, ANTONIO. Andrés Bello: su época y sus obras. Madrid: Imprenta de los Hijos de M.G. Hernández,  1910; CALDERA, RAFAEL. Andrés Bello. 5ª ed. Caracas: Monte Ávila Editores, 1972; ESCALONA ESCALONA, JOSÉ ANTONIO. Bello y Maitín: biografía de dos poetas. Caracas: Ministerio de Educación, 1974; LIRA URRIETA, PEDRO. Andrés Bello. México: Fondo de Cultura Económica, 1948; MURILLO RUBIERA, FERNANDO. Andrés Bello: historia de una vida y de una obra. Caracas: La Casa de Bello, 1986; ORREGO VICUÑA, EUGENIO. Don Andrés Bello. 4ª ed. Santiago de Chile: Editorial Zig-Zag, 1953; PÉREZ LUCIANI, LUCY. Andrés Bello 1781-1865. 2ª ed. Caracas: Fundación Eugenio Mendoza, 1956; RODRÍGUEZ MONEGAL, EMIR. El otro Andrés Bello. Caracas: Monte Ávila Editores, 1969; SAMBRANO URDANETA, OSCAR. Cronología de Andrés Bello 1781-1865. Caracas: La Casa de Bello, 1986; USLAR PIETRI, ARTURO. Bello el venezolano. Caracas: La Casa de Bello, 1986. E/OBRAS COLECTIVAS. España honra a don Andrés Bello. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1972; FELIÚ CRUZ, GUILLERMO, comp. Estudios sobre Andrés Bello. Santiago de Chile: Fondo Andrés Bello, 1966-1971. 2 v.; FUNDACIÓN LA CASA DE BELLO, ed. Bello y Caracas: Primer Congreso del Bicentenario. Caracas: La Casa de Bello, 1979; __, ed. Bello y Londres: Segundo Congreso del Bicentenario. Caracas: La Casa de Bello, 1980- 1981. 2 v.; __, ed. Bello y Chile: Tercer Congreso del Bicentenario. Caracas: La Casa de Bello, 1981. 2 v.; __, ed. Bello y la América Latina: Cuarto Congreso del Bicentenario. Caracas: La Casa de Bello, 1982; __, ed. Andrés Bello y el Derecho Latinoamericano: Congreso Internacional. Caracas: La Casa de Bello, 1987; GRASES, PEDRO. Primer libro de la Semana de Bello en Caracas. Caracas: Ministerio de Educación, 1952; __. Segundo libro de la Semana de Bello en Caracas. Caracas: Ministerio de Educación, 1952; __. Tercer libro de la Semana de Bello en Caracas. Caracas: Ministerio de Educación, 1954; __. Cuarto libro de la Semana de Bello en Caracas. Caracas: Ministerio de Educación, 1955; __. Quinto libro de la Semana de Bello en Caracas. Caracas: Ministerio de Educación, 1957; __. Sexto libro de la Semana de Bello en Caracas. Caracas: Ministerio de Educación, 1957; TORRES QUINTERO, RAFAEL, comp. Bello en Colombia. Bogotá:  Instituto Caro y Cuervo, 1952; Vigencia de Andrés Bello en Colombia: conmemoración del centenario de su muerte. Bogotá:  Ediciones de la Embajada de Venezuela en Colombia, 1966. F/ESTUDIOS MONOGRÁFICOS. ALONSO PINZÓN, MARTÍN. Andrés Bello jurisconsulto. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1982; ÁLVAREZ O., FEDERICO. Labor periodística de Andrés Bello. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1962; __. El periodista Andrés Bello. Caracas: La Casa de Bello, 1981; ÁVILA MARTEL, ALAMIRO DE. Mora y Bello en Chile 1829-1831. Santiago de Chile: Universidad de Chile, 1982; BARNOLA, PEDRO PABLO. Estudios sobre Bello. Caracas: Ministerio de Educación, 1970; __. La poesía de Bello en sus borradores. Caracas: Ministerio de Educación, 1962; __. Silvas americanas de Andrés Bello: estudio crítico. Caracas: Fundación Eugenio Mendoza, 1965; BREWER-CARÍAS, ALLAN RANDOLPH. La concepción del Estado en la obra de Bello. Madrid: Instituto de Estudios de Administración Local, 1983; CREMA, EDOARDO. Estudios sobre Andrés Bello. Caracas: La Casa de Bello, 1987; __. Trayectoria religiosa de Andrés Bello. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1971; CHUMACEIRO CHIARELLI, FERNANDO. Bello y Viso, codificadores. Maracaibo: Universidad del Zulia, 1959; FELIÚ CRUZ, GUILLERMO. Andrés Bello y la redacción de los documentos oficiales administrativos, internacionales y legislativos de Chile; Bello, Irisarri y Egaña en Londres. Caracas: Biblioteca de los Tribunales del Distrito Federal, 1957; GRASES, PEDRO. Andrés Bello, el primer humanista de América. Buenos Aires: Ediciones del Tridente, 1946; __. Andrés Bello y Manuel Milá  y Fontanals. Caracas: La Casa de Bello, 1986; __. La épica española y los estudios de Andrés Bello sobre el Poema del Cid. Caracas: Editorial Ragón, 1954; __. Tiempo de Bello en Londres y otros ensayos. Caracas: Ministerio de Educación, 1963; GUZMÁN BRITO, ALEJANDRO. Andrés Bello codificador: historia de la fijación y codificación del derecho civil en Chile. Santiago de Chile: Universidad de Chile, 1982. 2 v.; HANISCH SPINDOLA, HUGO. Andrés Bello y su obra en Derecho Romano. Santiago de Chile: Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, 1983; HANISCH SPINDOLA, WALTER. Tres dimensiones del pensamiento de Bello: religión, filosofía, historia. Santiago de Chile: Universidad Católica de Chile, 1965; ISAZA CALDERÓN, BALTASAR. La doctrina gramatical de Bello. 2ª ed. Madrid: Real Academia Española, 1967; LAGOS CARMONA, GUILLERMO. Andrés Bello el maestro del derecho internacional. Santiago de Chile: Editorial Jurídica de Chile, 1982; LIRA URQUIETA, PEDRO. El Código Civil y el nuevo derecho. Santiago de Chile: Imprenta Nascimento, 1944; MENÉNDEZ PELAYO, MARCELINO. Historia de la poesía hispanoamericana. Madrid: Victoriano Suárez,  1911; PRIETO FIGUEROA, LUIS BELTRÁN. Andrés Bello: educador. 2ª ed. Caracas: Congreso de la República, 1971; UNIVERSIDAD DE CHILE, ed. Crónica del bicentenario de Andrés Bello. Santiago de Chile: Universidad de Chile, 1983.
    
Bello fue el primer prócer civil que apareció en un billete venezolano

BIBLIOGRAFÍA ICONOGRÁFICA: GRASES, PEDRO, Los retratos de Bello. Notas históricas sobre las interpretaciones en vida del humanista. 2ª edición. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1969.
ICONOGRAFÍA: No se conocen interpretaciones pictóricas de Andrés Bello ejecutadas durante su permanencia en Venezuela (1781-1810) y en Londres (1810-1829); las circunstancias de su vida durante esos dos períodos no eran las más  propicias para ello. El más  antiguo retrato suyo conocido es el pintado en Santiago de Chile en 1844 por el francés Raymond Quinsac Monvoisin, cuando Bello contaba 63 años de edad, el cual lo representa en su condición de rector de la Universidad de Chile; este óleo, que perteneció a Belisario Prats Bello, se halla en la sala de sesiones del Consejo de dicha institución. Posteriormente, el profesor, también francés, Teodoro Blondeau, hizo un dibujo de Bello, durante una de las tertulias que se llevaban a cabo en casa de la artista Isidora Zegers de Huneeus, en 1846. Entre los pocos retratos de Bello realizados del natural destaca igualmente el óleo de autor desconocido que hizo pintar en Santiago de Chile el viajero venezolano Francisco Michelena y Rojas, terminado el 23 de septiembre de 1850; a su regreso a Venezuela dicho viajero lo donó en marzo de 1851 a la Universidad de Caracas; hoy se conserva en la Biblioteca Nacional. Existe también un daguerrotipo donde Bello aparece sentado al lado de su esposa en la biblioteca de su casa, tomado en 1861; fue reproducido por el escritor chileno Eugenio Orrego Vicuña en la segunda edición de su libro titulado Don Andrés Bello, publicado en 1935. El último retrato ejecutado durante su vida es un óleo para el cual posó en Santiago a instancias del general venezolano Francisco Iriarte a fines de diciembre de 1864, unos 10 meses antes de su muerte; este retrato, cuyo autor se desconoce, fue traído a Venezuela por Iriarte, quien lo ofreció en marzo de 1865 al Concejo Municipal de Caracas para que fuese colocado en su salón de sesiones; la donación no fue aceptada por los ediles de la época e Iriarte lo obsequió al gobierno nacional, a la cabeza del cual se hallaba entonces el general Antonio Guzmán  Blanco, quien lo destinó al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se conserva. Después de fallecido el sabio se erigieron estatuas en diversos lugares; 2 de las más  conocidas son: la que se halla frente a la Universidad de Chile, en Santiago, y la colocada en la avenida que lleva su nombre en Caracas. Entre las interpretaciones pictóricas de Bello debidas a artistas del siglo XX destaca el lienzo titulado Una lección de Andrés Bello, donde es representado en compañía de Simón Bolívar, por el pintor Tito Salas, obra ejecutada hacia 1921 que se halla en la Casa Natal del Libertador en Caracas. 

jueves, 3 de noviembre de 2016

Letra No hay amigo Junior Gonzalez

No hay amigo Junior Gonzalez

Las maldades de este mundo son cosas correlativas
Son cosas correlativas siiiiii       
Y por eso soy maldito con toditos mis amigos
Con toditos mis amigos siiiiiiii
Oh mundo infame de tanto quebranto
Oye mi canto, mi canto
Que en este mundo que vivo yo
No hay un solo amigo
En el mundo noo
            Coro
No hay un solo amigo no
En el mundo no
             
No hay un solo en mundo no
Con pena lo digo y tengo razón
No hay un solo amigo que te haga un favor.
            Coro
No hay un solo amigo no
En el mundo no

Si tú haces favores te pagan con mal
Con pena lo digo pero es la verdad
No hay un solo amigo en que puedas confiar.

            Coro
No hay un solo amigo no
En el mundo no

Hay que pena me da
            Coro
No hay un solo amigo no
En el mundo no

Que es lo que ha pasado
Me pregunto yo
 Donde está el amigo que te haga un favor

            Coro
No hay un solo amigo no

En el mundo no

domingo, 30 de octubre de 2016

Simón Bolívar

Nace en Caracas, 24.7.1783 _ Muere en  Santa Marta (Colombia) 17.12.1830

Su nombre completo era Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar de la Concepción Ponte Palacios y Blanco.

Figura cimera e incomparable en la historia americana, tuvo el privilegio de poseer en el más  alto grado los dones del hombre de acción y del pensador. Su acción política y militar abarca y domina la historia del continente sur desde el Caribe hasta los Andes del Pacífico. En 20 años de actividad incesante concibe, realiza y dirige la independencia de las que hoy son las Repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia y, consecuencialmente, Panamá.  No sólo comanda las acciones de una guerra difícil y empecinada contra el imperio español, sino que crea las formas y las instituciones para una nueva organización de toda Hispanoamérica. Miraba el continente como una unidad y llegó a expresar, en documentos luminosos y todavía plenos de validez, las más  vastas y penetrantes concepciones sobre su realidad y sus posibilidades futuras. La novedad y profundidad de su pensamiento estaban servidas por un excepcional don de expresión. Manejaba con maestría consumada y energía expresiva uno de los más  brillantes y eficaces lenguajes de su tiempo. Lo que realizó en su no larga existencia es desmesurado; lo que dejó como pensamiento político y visión de futuro americano es incomparable y, en su mayor parte, actual. Más  que por todos los exaltados títulos que recibió en vida como general de los ejércitos, jefe supremo, presidente de repúblicas se le conoció como el Libertador y como tal sigue vigente en lo más  alto de la conciencia del mundo americano.


Para la época de su nacimiento, Caracas era una pequeña ciudad de mediana riqueza, que carecía de palacios y lujos excesivos y no sobrepasaba los 40.000 habitantes. Era una sociedad tradicional; jerarquizada rigurosamente pero, por su cercanía a las Antillas extranjeras, muy abierta al mundo y a las influencias exteriores. Durante la segunda mitad del siglo XVIII se aceleró y extendió notablemente la cultura en las clases altas. Música, estudios, literatura, modales refinados e información sobre las novedades políticas impresionaron a los visitantes extranjeros de esa época. En ese ambiente social se formó el nutrido y brillante conjunto de hombres que realizaron en todas sus formas el proceso de la Independencia y forjaron sus concepciones fundamentales.
Perdió a su padre a los 3 años y su madre a los 9. Quedó por algún tiempo al cuidado de su abuelo Feliciano Palacios y de sus tíos maternos, junto con sus 2 hermanas y su hermano Juan Vicente. Huérfano, prometido a una riqueza considerable, heredero presunto de plantaciones extensas, esclavitudes y casas, no tuvo una infancia feliz ni una educación sistemática.  Entre sus maestros ocasionales figuraron hombres distinguidos y particularmente, Simón Rodríguez y Andrés Bello. En 1799, muerto el abuelo, resolvieron los tíos enviarlo a España a realizar estudios. Es su primera salida al exterior. Un navío de vela lo lleva por el Caribe a través de México y La Habana para finalmente tocar en Santoña, cerca de San Sebastián.  En el Madrid de Carlos IV cuenta con la ayuda de sus tíos Esteban y Carlos Palacios y muy especialmente del marqués de Ustáriz,  en cuya casa estuvo alojado por un tiempo. Recibió la educación de un joven de clase alta de la época: lenguas extranjeras, danza, matemáticas,  equitación, historia. Conoce a María Teresa Rodríguez del Toro, sobrina del marqués del Toro, se enamora apasionadamente y decide casarse. Viaja a las provincias vascongadas y hace una primera y corta visita a París. El 26 de mayo de 1802, no cumplidos sus 19 años, se casa con María Teresa en Madrid y regresa a Venezuela. Es entonces cuando ocurre la terrible desgracia que va a pesar decisivamente sobre su destino futuro. El 22 de enero de 1803, apenas 8 meses después de su matrimonio, muere su esposa en Caracas.

Abatido y desesperado, resuelve volver a Europa en octubre de 1803. Permanece en Madrid poco tiempo y para mayo se halla en París. Permanecerá  en Europa por tres años y medio. En París encuentra a su antiguo maestro Simón Rodríguez. Esta es una época decisiva para su formación intelectual y la orientación de su actividad futura. Dolorido y desconcertado por su drama personal, deseoso de olvido se entrega a la vida europea con sedienta pasión. Rodríguez combate con relativo éxito su inclinación a los placeres y lo induce a leer las obras fundamentales de la literatura política y filosófica de la época, especialmente Montesquieu, Rousseau, Voltaire y los grandes enciclopedistas. Es tiempo de grandes novedades en el escenario de las ideas y de la política. El cónsul Bonaparte se encamina a convertirse en el emperador Napoleón. Las guerras napoleónicas cambian el mapa político. Está  en juego el dominio del mundo y la posibilidad de un cambio del rumbo de la historia. Están  frescas las enseñanzas de la Revolución Francesa. En ese vasto y fascinador teatro el joven Bolívar busca su rumbo. Viaja con Rodríguez en jornadas de reflexión y de descubrimiento. Es entonces cuando se define su decisión de consagrarse a luchar por la independencia de América Hispana. El 15 de agosto de 1805, en Roma, en presencia de Rodríguez, jura consagrar su vida a esta empresa desmesurada y que parecía imposible.


A fines de 1806 sale de regreso de Europa rumbo a los Estados Unidos. Entre enero y junio visita las principales ciudades de la flamante república y conoce de cerca personajes y testimonios de su lucha por la libertad. Regresa a Caracas en junio. Parece reintegrarse a su vida normal de criollo rico, a su familia y sus haciendas, pero es evidente que no ha abandonado la decisión tomada en Roma. Se mezcla con algunos grupos que conspiran, particularmente a raíz de la invasión de España por Napoleón y de la creación en la Península de las Juntas de resistencia al usurpador extranjero. Por estas actividades es confinado en 1808, junto con otros jóvenes distinguidos, a sus fincas del Tuy. Allí lo sorprende el 19 de abril de 1810, cercano a cumplir los 27 años.
En este punto comienza la vida pública de Bolívar. La Junta de Caracas lo designa para presidir la misión que, junto con Luis López Méndez  y Andrés Bello como secretario, se dirige a Londres a explicar la situación y a buscar apoyo del gobierno británico.  Es una empresa difícil por la equívoca situación oficial de la Junta, que aparece ostensiblemente como defensora del rey legítimo contra la usurpación francesa y por la cooperación de las fuerzas inglesas en la resistencia española. Es la primera vez que Venezuela actúa por su cuenta ante una potencia extranjera y se logra lo más  que era posible para el momento: comprensión del Gabinete de Londres y contactos con personajes influyentes. También se encuentra por primera vez con Francisco de Miranda y lo incita a regresar a Venezuela. Para diciembre está  de nuevo en Caracas. Junto con Miranda y otros patriotas coopera en las actividades de la Sociedad Patriótica, que es el centro más  activo de propaganda de las ideas de independencia y república. El 3 de julio de 1811 pronuncia allí su primer discurso político. Se incorpora como oficial a las fuerzas que dirige el general Miranda contra la insurrección que ha surgido en Valencia (julio-agosto 1811). Comienza una época de intensa actividad. Está  en Caracas cuando ocurre el terremoto de 1812 y pronuncia las temerarias palabras de la plaza de San Jacinto. En la organización que ordena Miranda para enfrentar la ofensiva del capitán  de fragata Domingo de Monteverde es designado con el grado de coronel comandante político militar de la plaza de Puerto Cabello. Por causa de una traición se pierde la fortaleza. Este inesperado fracaso, que contribuye a la ruina de la Primera República, lo conturba y desespera y repercutirá  profundamente en su conducta ulterior. En la profunda confusión que sigue a la Capitulación de Miranda concurre con otros compañeros de armas a detenerlo en La Guaira. Después de un mes de difícil y amenazada situación logra salir a Curazao el 27 de agosto y en octubre se traslada a Cartagena de Indias.

Es a partir de entonces cuando Bolívar comienza a revelar su verdadera dimensión humana. Dos grandes propósitos lleva: «...libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela, y redimir a ésta de la que padece...» Se dirige al Congreso neogranadino ofreciendo sus servicios y lanza el primero de sus grandes documentos políticos, el que conocemos con el nombre de Manifiesto de Cartagena. Describe las causas de la pérdida de la República en Venezuela y establece las que van a ser las bases de su pensamiento y su acción. La causa primordial de los males fue, para él, la contradicción insoluble entre la realidad social y la «...fatal adopción del sistema tolerante...», y la estructura federal que él juzgaba débil e impotente para enfrentar los males y salvar la Independencia. Hace sarcasmo de la ceguedad de los magistrados que en lugar de aplicar «...la ciencia práctica  del gobierno...», siguieron las enseñanzas de «visionarios» que han «...imaginado repúblicas aéreas...». Alerta a la amenazada Nueva Granada sobre «...los escollos que han hecho sucumbir a Venezuela...» y en un arranque de atrevida visión global propone como «...medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada, la reconquista de Caracas...» Asoman por primera vez conceptos que van a convertirse luego en convicciones fundamentales de Bolívar: la necesidad de un gobierno centralizado y fuerte, la hostilidad hacia los ideólogos partidarios de instituciones imprácticas  e inadecuadas, la conciencia de la necesidad de la estrecha unión entre la Nueva Granada y Venezuela y la concepción de la independencia como un proyecto continental.
Al servicio de la Nueva Granada entra en acción militar en 1812. En su condición de comandante de la posición de Barranca (pueblo en la margen izquierda del río Magdalena) llevó a cabo una acción contra la posición fortificada de Tenerife, la cual fue tomada el 23 de diciembre. Después tomó por asalto Plato y Zambrano. El 27 de diciembre entró en Mompós y 3 días más  tarde tomó por asalto a Guamal y al día siguiente a Banco. Con las acciones de Chiriguaná  y Tamalameque concluyeron las operaciones de Bolívar en el bajo Magdalena. El 8 de enero de 1813 entró victorioso en Ocaña. Persiste en su objetivo de invadir a Venezuela y finalmente obtiene autorización el 7 de mayo de 1813 y el 14, inicia la Campaña Admirable. En 3 meses de operación despliega sus condiciones de jefe militar: la rapidez de decisión, la celeridad de los movimientos y la energía sin desfallecimiento para decidir y para actuar. Es entonces cuando lanza la Proclama de Guerra a Muerte en Trujillo (15 junio), en una tentativa extrema de dar un sentido nacional a la guerra; que separara definitivamente a los venezolanos de los españoles. Comprende la necesidad fundamental de hacer de la independencia una causa popular y terminar con lo que, hasta entonces, era más  una lucha destructiva entre venezolanos que el esfuerzo de un país por liberarse de una dominación extranjera. El grueso de las fuerzas contra las que había que luchar estaba constituido por hijos de Venezuela. En agosto entra en Caracas como general victorioso y jefe de la nueva situación política. Es el capitán  general de los Ejércitos de Nueva Granada y Venezuela, y la Municipalidad le da el título de Libertador  en octubre de ese año 1813 y el empleo de capitán  general, equivalente a general en jefe.
Lo que le aguarda es un año de terribles pruebas y de inmensas dificultades. El país, en su mayoría, parece sostener el régimen tradicional; en las propias filas patriotas cunden la indisciplina y las rivalidades; hay que combatir continuamente en una guerra sin tregua y sin decisión final. No se puede constituir un régimen institucional y tan solo hay como base y guía su autoridad, no siempre reconocida por otros jefes. Surge la figura de José Tomás  Boves en los llanos. Al frente de montoneras a caballo, en una guerra profundamente adaptada al medio y al carácter  de los llaneros, sin más  armas que la lanza y el caballo, sin bagajes ni impedimenta, en movilidad continua y en número creciente invaden el centro, asolan los pueblos y derrotan las fuerzas patriotas. A veces Bolívar logra una victoria que parece cambiar la situación, como en Araure, pero las consecuencias duran poco en aquel estado de disolución general. Se combate continuamente y en todas las formas. Finalmente hay que abandonar a Caracas y emigrar hacia el oriente seguido por una gran parte de la población de la ciudad. En esa heroica e infortunada tentativa que concluye cuando Bolívar desde Carúpano sale casi solo para Cartagena, dejando algunas fuerzas dispersas y mal avenidas que no tienen esperanza de victoria, se ha completado su figura histórica. Su tenacidad, su inabatible energía, su conocimiento del país y de los hombres, su sentido de la oportunidad histórica y su grandiosa visión de conjunto han alcanzado su dimensión definitiva. Con las reliquias del ejército, que ha logrado llevar Urdaneta hasta Nueva Granada, el Libertador lucha de nuevo a las órdenes del gobierno neogranadino. En 8 meses de actividad sin tregua libera a Bogotá,  baja por el Magdalena y llega a Cartagena, donde le niegan la ayuda que pide para marchar a libertar a Venezuela. Rivalidades y celos le obstaculizan la acción.
El 8 de mayo de 1815 se embarca para Jamaica, en busca de auxilios para emprender una nueva campaña. En Kingston, el 6 de septiembre, publica uno de los más  singulares documentos de la historia y del pensamiento de Hispanoamérica. En esa Carta de Jamaica, describe el más  completo y deslumbrante panorama de la situación y del futuro del continente. Revela un conocimiento notable de los diferentes aspectos del conjunto de los pueblos americanos, señala sus características propias con aguda percepción y se lanza a trazar las posibilidades de futuro de los distintos países con previsión profética. Considera que el destino continental «...se ha fijado irrevocablemente...», y que, con distinta suerte y cambiantes circunstancias «...está  el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa...» Describe el triunfo de las armas argentinas en el Alto Perú, Chile «...está  lidiando contra sus enemigos...», el Perú ni está  tranquilo, ni es capaz de oponerse «...al torrente que amenaza las más  de sus provincias...» [...] La «...Nueva Granada que es el corazón de la América obedece a un Gobierno General y Quito es adicto a la causa de la Independencia...» [...] «...En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos  y sus devastaciones tales que casi la han reducido a una absoluta indigencia, los hombres han sido exterminados pero los que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos internos...» [...] «...Los mejicanos serán  libres porque han abrazado el partido de la patria...» Las islas de Puerto Rico y Cuba, aún continúan tranquilas, no han de permanecer indiferentes. Contempla el panorama global de la contienda: «...Este cuadro representa una escala militar de 2.000 leguas de longitud y 900 de latitud en su mayor extensión, en que 16.000.000 de americanos defienden sus derechos o están  oprimidos por la nación española...», que ahora resultaba «...impotente para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo...» Espera persuadir al resto de Europa de ayudar a la causa americana en beneficio de sus propios intereses comerciales y en bien del equilibrio internacional. Analiza el pasado histórico, la situación de pasividad de la sociedad del Nuevo Mundo y señala que «...la América no estaba preparada para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió, por el efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona...» [...] «...Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos y lo que es más  sensible, sin la práctica  de los negocios públicos, a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos,  generales y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un Estado organizado con regularidad...»
 Señala nuevamente lo inadecuado de las instituciones liberales y federales a la realidad social y la ruina que este desacuerdo ha provocado. Es entonces cuando pasa a señalar las vastas posibilidades del futuro. No cree posible formar del conjunto «...la más  grande nación del mundo...»; muchas son las diferencias y las dificultades materiales para integrarse en forma total. Señala entonces la posibilidad de que se formen un conjunto de estados que podrían ser: México, la América Central, donde podría crearse un gran centro mundial, la Nueva Granada unida a Venezuela con el nombre de Colombia. Anuncia la anarquía argentina y prevé la dominación de los militares, anuncia para Chile la posibilidad real de una República: «Chile puede ser libre», espera graves tropiezos en el Perú. Después de analizar las dificultades de una vasta confederación y de señalar las posibilidades de formas diversas y locales de gobierno, afirma para concluir: «Yo diré a usted lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre, es la unión».
Muy pronto pasa a Haití donde se reúne con numerosos jefes venidos de la derrota. Consigue el apoyo generoso del gobernante del sur de Haití, Alejandro Petión, para preparar una nueva campaña. Allí se le suma también de un modo decisivo, con barcos y dinero, el armador de Curazao, Luis Brión. Con la experiencia acumulada en la larga e infortunada lucha, con una visión más  completa del problema social, que se le agudiza con lo que ha conocido del pasado de Haití y con la insistencia de Petión en la necesidad de justicia para los negros, concibe una acción de más  contenido popular y revolucionario que pueda lograr el apoyo de las masas. Mantiene intransigentemente la necesidad de la jefatura única. No va a ser fácil  hacer reconocer la suya. Hay reservas y hasta rivalidades abiertas de parte de Mariño y algún otro jefe oriental. Al fin se le reconoce y logra partir la expedición llamada de Los Cayos el 31 de marzo de 1816. Llega a Margarita (3 mayo); se le admite solemnemente como jefe supremo, formula la promesa de convocar prontamente un congreso para restablecer el Estado y pasa a Tierra Firme. Combate sin lograr consolidarse en Carúpano, hace una incursión a Ocumare de la Costa de la que debe retirarse; vuelve sobre Güiria y ante las dificultades resuelve regresar a Haití en busca de nuevos recursos. El 18 de diciembre de 1816 se embarca finalmente en la segunda expedición que parte de Haití, llamada Expedición de Jacmel por haber salido de ese puerto. Igual que había ocurrido en la anterior, en esta final y definitiva tentativa para crear una sólida base de operaciones y un gobierno estable en Tierra Firme, Bolívar tropezará  con serias dificultades. El ejército expedicionario español del general Pablo Morillo, llegado en mayo de 1815, había dominado casi todo el territorio venezolano y sometido también a la NuevaGranada hacia mediados de 1816. Sólo en la isla de Margarita, en diversos lugares del oriente y en los llanos de Apure y Casanare se mantenía la resistencia patriota; el núcleo más  importante era el de las fuerzas que habían desembarcado con Bolívar en Ocumare de la Costa y que a fines de 1816 y comienzos de 1817, bajo la jefatura del general Manuel Piar, se aprestaban a libertar a Guayana. No existe unidad de mando. Ante esa situación Bolívar debe resolver previamente cuestiones fundamentales y antes que todo el reconocimiento eficaz de su jefatura suprema. Al mismo tiempo para acallar celos y suspicacias anuncia clara y oportunamente su propósito de convocar un congreso para organizar la república y debe, por fruto de las lecciones del pasado y de lo que ha visto en Haití, profundizar el contenido social del movimiento por la independencia. Todo esto lo anuncia solemnemente desde Margarita. Con su tenacidad, su aprovechamiento de las circunstancias y la ayuda decisiva de algunos jefes, principalmente de Piar en Guayana y de Páez  en las llanuras de occidente, logra cambiar la situación y darle un nuevo empuje a la lucha. La toma de Guayana le asegura una base inexpugnable de operaciones en fácil  comunicación con el interior y con el exterior a través del Orinoco. Prepara planes de campaña, organiza el ejército, intenta operaciones sobre el centro y se preocupa por darle profundidad y contenido a la revolución. Inicia la publicación del Correo del Orinoco en Angostura y se convierte en la conciencia doctrinaria de aquella larga lucha y en el mejor instrumento de propaganda y prestigio intelectual, y convoca un Congreso para darle una nueva y definitiva organización al Estado que todavía disputa su derecho a existir en los campos de batalla. En un gesto supremo y trágico  de afirmación de la unidad de mando y la disciplina hace fusilar al general Piar, uno de los más  distinguidos y meritorios jefes patriotas que había prestado grandes servicios. En febrero de 1819 se instala el Congreso. Ante él, en momento de hacer el simbólico y ejemplar gesto de renunciar al mando, pronuncia el más  importante de sus documentos políticos: el Discurso de Angostura. Es un panorama penetrante y sincero de la situación del país y de las perspectivas del futuro. Alerta contra la imitación de instituciones tomadas de otros pueblos de historia y composición diferentes al nuestro. Señala, como una necesidad, la unión con la Nueva Granada y la creación de Colombia. Pide un orden de legalidad y justicia; pero alerta contra la anarquía y el exceso ideológico. Exige la libertad de los esclavos y la garantía de la igualdad. No hay documento comparable en la historia de la independencia continental y en lo esencial, mantiene su validez. Inmediatamente después de constituido el Estado con sus autoridades, de ser elegido presidente y de presentar un proyecto de Constitución, parte para el Apure y de manera rápida  y sorpresiva inicia la campaña que, a través de los Andes, lo llevará  a enfrentar sorpresivamente las tropas que había dejado Morillo en el virreinato y a derrotarlas decisivamente en Boyacá  (7.8.1819). Esta campaña cambia la situación.
Libertada la Nueva Granada ha de convertirse en la base para la realización de vastos planes, nunca abandonados: la liberación de Venezuela y la Campaña del Sur que lleve la independencia hasta la linde del virreinato del Perú. El 17 de diciembre, en Angostura, proclama la República de Colombia y es elegido presidente. Con el inmenso prestigio y los recursos que le ha dado la victoria de Boyacá,  se desplaza incesantemente para organizar política y militarmente la nueva situación, mientras convoca un Congreso en el Rosario de Cúcuta para la organización constitucional del nuevo Estado. La nueva situación se refleja en la firma de los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra con las autoridades españolas, que lo colocan nacional e internacionalmente, en una nueva posición de poder y prestigio. Cesa el armisticio. Morillo ha regresado a la Península y queda al mando de las tropas realistas el mariscal de campo Miguel de la Torre. Bolívar organiza cuidadosamente la campaña final en Venezuela. Concentra sus fuerzas en San Carlos y el 24 de junio de 1821 obtiene, en la sabana de Carabobo, la rápida  y definitiva victoria que sella la independencia de Venezuela. En los 6 años de lucha y de esfuerzo, desde su vuelta de Haití, ha logrado cambiar radicalmente la situación. Venezuela y Nueva Granada liberadas han constituido a Colombia; cuenta con fuerzas veteranas y recursos para intentar completar en escala continental la inmensa obra de la Independencia. Pero no han cesado las dificultades.


Las semillas de anarquía rebrotan, en el Congreso de Cúcuta aparece nuevamente el propósito de los ideólogos liberales de crear una federación débil y casi nominal, existen porciones importantes del territorio aún bajo dominio de fuerzas españolas. Logra en Cúcuta impedir que triunfe el viejo mal del Estado impotente que acabó con la Primera República; pero está  muy lejos de quedar satisfecho con los poderes y la posibilidad del gobierno para actuar eficazmente en una situación tan amenazada. El Congreso lo elige presidente de Colombia y vicepresidente al general Francisco de Paula Santander. La estructura del nuevo Estado presentaba serias dificultades para su funcionamiento y contenía en germen la causa de muchas discordias. Venezuela, al igual que los otros países, quedaba dividida en departamentos  no vinculados los unos con los otros, que dependían directamente de la capital en Bogotá.  En la capital quedaba el vicepresidente Santander en el ejercicio de todas las atribuciones ejecutivas, junto a los órganos centrales del gobierno: Gabinete, Congreso, Justicia, etc., mientras Bolívar, como presidente en campaña, revestido de poderes especiales para ella, se dirigía al Sur. Tres escenarios diferentes se configuraban. El de Venezuela, la retaguardia, mal incorporada a la nueva administración y con resistencias visibles; el de la Nueva Granada, con el asiento del gobierno y con muchos obstáculos  para centralizar y regularizar la administración, y el del Sur, en el Ecuador y más  tarde en el Perú, con Bolívar a la cabeza del ejército en una lejana y costosa campaña.
La Campaña del Sur la va a emprender inmediatamente después de Carabobo. No lo acompañarán  los grandes jefes que se han distinguido en la guerra de Venezuela: José Antonio Páez, Santiago  Mariño, Rafael Urdaneta, sino hombres nuevos o menos conocidos hasta entonces, Antonio José de Sucre, Juan José Flores, Bartolomé Salom, Manuel Valdés. Un nuevo teatro, muy distinto de aquél en el que hasta entonces se había movido su actividad desde Caracas a Bogotá,  va a abrirse en la campaña del Sur. Va a penetrar en la parte central de la costa pacífica y de los Andes, en una realidad geográfica  y social muy diferente. La población es predominantemente indígena, formada en las tradiciones de sumisión milenaria del imperio incaico, y sobre ella, a lo largo de los siglos coloniales, se había establecido una oligarquía tradicionalista y señorial. No se había producido allí nada parecido a la guerra popular que se desató en Venezuela; no se había operado cambio importante de las estructuras sociales y el Estado español mantenía grandes recursos, fuerzas militares poderosas y una casta criolla muy adicta a las viejas formas sociales. A Bolívar se le veía como un peligroso revolucionario, representante de una rebelión popular y de formas bárbaras  y elementales de poder. Para estas nuevas y extrañas circunstancias cuenta con la preciosa colaboración de un hombre excepcional que es Antonio José de Sucre. Lo ha destacado a Quito y Guayaquil con una reducida presencia militar. Para llevar por tierra el ejército hasta el Ecuador, Bolívar tropieza con la desesperada y tenaz resistencia de los realistas de Pasto, mandados por el coronel Basilio García, que amparados en su  áspero terreno oponen una resistencia feroz. Arriesgándose  y procediendo con toda energía logra derrotarlos en Bomboná  y abrir el paso hacia el sur. En el Perú están  las fuerzas argentinas, chilenas y peruanas que comanda el general José de San Martín. Después de alcanzar la libertad de Chile, han logrado invadir la costa del Perú y llegar a Lima. El virrey, con el grueso de sus fuerzas, se repliega a la sierra, donde cuenta con recursos de toda especie para amenazar la frágil  independencia proclamada en Lima. Sucre logra una victoria decisiva en la batalla de Pichincha (24. 5.1822) y luego Bolívar, con gesto audaz y previsivo, anexa a Guayaquil. San Martín y él no sólo representaban dos fuerzas diferentes sino, aun más,  dos concepciones políticas incompatibles. San Martín veía con temor la amenaza de una revolución social en aquellas tierras y favorecía una forma de independencia negociada con España, que pudiera llegar a conservar la forma monárquica,  siguiendo en cierto modo el ejemplo del Brasil. Bolívar representaba una revolución democrática  que proclamaba la república, la libertad y la igualdad. En la entrevista que celebran en Guayaquil, el 26 de julio de 1822, se pone de manifiesto esta disparidad de concepciones. San Martín sin recursos suficientes para intentar la lucha contra las fuerzas del virrey en la sierra peruana; sin posibilidad de recibir refuerzos argentinos y chilenos, aspira a que el presidente de Colombia le ofrezca un apoyo militar, que no altere la situación política que ha favorecido en el Perú. No hay entendimiento y el general San Martín, en un gesto de altura y desprendimiento, resuelve retirarse y dejar el campo abierto a la presencia de Bolívar. Lima y la costa, que habían proclamado la independencia, quedan en acefalía y desamparo ante la amenaza del ejército virreinal de la sierra.


Es un tiempo de gobiernos nominales e inestables y de pugnas internas. Bolívar llega a Lima y se percata de lo grave y frágil  de la situación. Deja a Sucre como su representante y se retira a Trujillo en el norte del Perú. En medio de la anarquía, del fracaso de algunas tentativas de acción guerrera y de turbias componendas para buscar un arreglo con España, la situación se plantea en términos extremos. No se mira otra posibilidad de derrotar las fuerzas españolas que la que ofrece Bolívar. Para la campaña que se le presenta no cuenta con los refuerzos de Bogotá.  Con la cooperación de Sucre y con el apoyo de los restos de las fuerzas argentinas, chilenas y peruanas que se le han sumado, emprende una de sus más  difíciles y aventuradas empresas militares. En su avance a través de los Andes derrota en la pampa de Junín, el 6 de agosto de 1824, al ejército de operaciones de la sierra que manda el general español José de Canterac. Esta acción debilita y pone a la defensiva al hasta entonces victorioso ejército real del Perú.
Bolívar ha entrado en ese momento de lleno a una nueva realidad de la política continental. Se hace sentir su presencia en las fronteras de los grandes Estados del sur: Brasil, Argentina, Chile, Paraguay. La dinámica  de la acción militar lo lleva inexorablemente a una concepción política para el continente entero. Lo que se plantea en ese momento no es ya sólo la independencia del Perú, sino la organización futura de toda la América del Sur, con la perspectiva de crear una nueva y poderosa presencia en el panorama del mundo. Mientras más  crece el teatro y la magnitud de su empresa más  se hacen sentir las incomprensiones y las resistencias en su Colombia. Se le regatean los refuerzos y los recursos; se critica aquella lejana y complicada acción, se piensa que se corren riesgos innecesarios y que se sacrifican bienes inmediatos a un remoto e inaccesible delirio de grandeza. Esta actitud llega hasta el punto de que el Congreso de Bogotá  le retira no sólo los poderes extraordinarios como presidente en campaña que le había conferido, sino hasta el mando mismo del ejército (decreto del 9.7.1824). Mientras él se mantiene en la costa organizando un ejército de reserva, Sucre queda con el mando de las fuerzas de la sierra. Después de una serie de hábiles  movimientos y marchas los ejércitos del virrey y de Sucre se enfrentan el 9 de diciembre de 1824 en la alta meseta de Ayacucho. La victoria es total y definitiva. Ha concluido con ese triunfo la larga guerra de 14 años que Bolívar ha encabezado y mantenido por la libertad de su América.
Lo que Bolívar concibe entonces es la formación de una nueva unidad política por medio de la confederación de un grupo de países americanos que comprenda a México, Centro América, Colombia, el Perú, el Alto Perú, que pronto será  Bolivia, y Chile, que pueda constituir una nueva concentración de poder en el mundo y contrapesar la amenaza de la Santa Alianza en Europa y los nuevos y crecientes centros de poderío que se anuncian para el futuro en Estados Unidos y Brasil. Para esto convoca desde Lima, el 7 de diciembre de 1824, el Congreso de Panamá  que se reunirá  en 1826. Ha escrito: «La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás  partes del mundo, y todas estas partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y Europa para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto el equilibrio del Universo y debe entrar en los cálculos  de la política americana». No es esto precisamente lo que hace finalmente en su convocatoria el gobierno de Bogotá,  que incluye la invitación a todos los países americanos, cambiando el sentido y el alcance de la concepción bolivariana.
Es aquél el momento de la culminación de Bolívar. Es a los ojos de todos el hombre más  poderoso del continente y el  árbitro de los destinos de las naciones recién libertadas. Marcha al Alto Perú en un desfile triunfal; dicta decretos de profundo contenido político y social, elimina de un plumazo la centenaria servidumbre de los indígenas, la mita y el pongaje y crea a Bolivia. Piensa en un momento llegar hasta el Río de la Plata, de donde lo invitan a intervenir como pacificador en las pugnas que enfrentan a Brasil, Uruguay, Argentina y poner término a la tiranía de Gaspar Rodríguez de Francia en el Paraguay. Bolivia, el nuevo Estado que llevará  su nombre y que será  presidido por el mariscal de Ayacucho, le pide la formulación de un proyecto de constitución. Elabora un texto que refleja fielmente sus preocupaciones de tantos años y su búsqueda de estabilidad para los gobiernos por medio de un presidente vitalicio y un vicepresidente designado por éste, que compartirán  las tareas del gobierno. Se proponía, en esta forma, lograr una Confederación de los nuevos Estados libertados por él, desde Colombia hasta el Perú y Bolivia, con un presidente vitalicio, que sería él, para asegurar la unidad de dirección y de propósitos y vicepresidentes locales que dirigieran con sus respectivos congresos la administración de cada nación. Era la manera en que él veía posible crear un vínculo duradero a la sombra del prestigio de su persona y del ejército, pero esto al mismo tiempo servirá  para alimentar suspicacias y oposiciones y para estimular las tendencias de los jefes locales hacia un separatismo que pudiera favorecerlos. Entre las miras de Bolívar y las de los prohombres lugareños había muy poco en común. En la misma medida en que se amplía ilimitadamente el campo de su acción aumentan las dificultades para mantener la unidad de dirección y de propósitos. Su inmensa autoridad que ha sido la fuerza decisiva para alcanzar tan vastos resultados, inspira desconfianza y recelos. En cada una de las viejas comarcas históricas en que estuvo dividido el imperio español resurge el particularismo, el deseo de la autonomía propia y la incomprensión inevitable por el vasto designio político bolivariano.


Los hombres que alcanzan el poder local a la sombra de la guerra sienten la autoridad de Bolívar como un estorbo. Las primeras y más  alarmantes señales de resquebrajamiento aparecen en su nativa Venezuela en el mismo año en que el Congreso de Panamá  debía marcar la consolidación de sus ideales. Los descontentos con la unión colombiana rodean a Páez,  cuya autoridad ha crecido de manera avasalladora en Venezuela, y aprovechan un incidente surgido con el gobierno de Bogotá  para llevar la situación a un grave punto de ruptura y desconocimiento. En la Nueva Granada se ha ido formando un núcleo de resistencia antibolivariana en torno al vicepresidente Santander. Están  en contra del sistema de la constitución boliviana y al mismo tiempo esperan que Bolívar aplaste la insubordinación de Páez  en Venezuela. Bolívar que había podido soñar con la posibilidad de retirarse después de completada la etapa militar de la Independencia, se encuentra más  atado que nunca a la dura obligación de defender su obra. Regresa a Bogotá  donde encuentra abiertas señales de discordia y división y vuelve a Venezuela, después de 5 años de ausencia. Será  la última visita a su tierra natal. Con el enorme peso de su autoridad y en una delicada mezcla de firmeza y tolerancia, que disgusta a Bogotá,  logra apaciguar a Páez  y a sus amigos y evitar la ruptura y acaso la guerra civil. La experiencia es dura y le revela la profundidad del mal y las dificultades crecientes para mantener la unión.
Allí se inicia la etapa final de su vida, la más  trágica  e ingrata, en la que verá  inexorablemente avanzar la destrucción del gran propósito que lo había movido y en la que tendrá  que enfrentarse en muchas formas a hombres que le debían su libertad y que invocaban contra él los mismos principios por los que había luchado toda su vida. Ante el clamor por la reforma de la Constitución, convoca una Convención en Ocaña en 1828. Lejos de alcanzar una reconciliación entre las facciones surge abiertamente una violenta agrupación antibolivariana que no vacila en calificarlo de tirano y de obstáculo  a la felicidad de los pueblos. Disuelta la convención y enfrentado abierta y solapadamente por los seguidores de Santander, regresa a Bogotá  para asumir la dictadura. Decreta un estatuto con el propósito de defender la estructura política que permite que lo acusen de reaccionario. Por un doloroso proceso, en la misma medida en que tiene que extremar el rigor y la firmeza para contener la disolución, da pábulo  para que sus contrincantes lo acusen de déspota y ambicioso. El 25 de septiembre están  a punto de asesinarlo en el Palacio de Gobierno. Los que lo recuerdan en esa hora lo pintan perplejo y dolorido. Ha envejecido prematuramente. Las fatigas de los largos años de combate y las viejas dolencias descuidadas muestran sus huellas. En el Perú ha alzado la cabeza la reacción contra él. Amenazan a Bolivia, y José de La Mar, con fuerzas armadas, provoca un pronunciamiento separatista en Guayaquil. En Pasto, José María Obando y José Hilario López  se levantan contra el gobierno. Bolívar tiene que ponerse de nuevo a la cabeza de las tropas y dirigirse hacia Guayaquil. Antes de su llegada el mariscal Sucre, que había renunciado la Presidencia boliviana, al frente de las fuerzas locales inflige en Tarqui, el 27 de febrero de 1829, una completa derrota a la invasión peruana. La Mar es derrocado y después de un fatigoso sitio de Guayaquil, Bolívar logra con Agustín Gamarra un armisticio que restablece la paz. Entretanto ha circulado, desde el Consejo de Gobierno de Bogotá,  la noticia de negociaciones para el establecimiento de una monarquía en Colombia como solución a los insolubles problemas de la estabilidad. Bolívar, que ha manifestado reiteradamente su voluntad de separarse de toda autoridad, no patrocina la idea, pero el rumor mal intencionado aprovecha la coyuntura para atribuirle la intención de coronarse. El panorama de descomposición parece completarse sin atisbo de salida alguna. Para 1830 se ha convocado un Congreso constituyente en Bogotá  para decidir sobre el porvenir de la República. Bolívar aparece resuelto a no continuar en el poder y a no intervenir en las decisiones de la asamblea. El mariscal Sucre preside la reunión. Es, ciertamente, el hombre que él desearía para su sucesor, pero las resistencias locales no hacen posible esta solución. Está  en Bogotá  en enero de 1830 para la instalación del Congreso. En las palabras que dirige a los diputados se reflejan sus sentimientos de desesperanza y angustia. Avizora un porvenir sombrío y ve amenazada de ruina completa la gran obra que se había propuesto crear. «...La independencia, les dice, es el único bien que hemos alcanzado a costa de todos los demás...»  Son horas de tomar desgarradoras decisiones. Sus viejos compañeros, los hombres que tienen más  credenciales para exigirle que los oiga, le piden que no abandone el poder y que intente todavía un supremo esfuerzo para salvar su gran proyecto político. Renuncia ante el Congreso y se retira a Cartagena. Allí, el 10 de julio, recibe la horrible noticia del asesinato de Sucre en Berruecos. La última esperanza ha desaparecido. El Congreso reunido en Venezuela, bajo la tutela de Páez,  proclama la separación definitiva. En los debates se le injuria y maltrata sin el menor respeto. Se llega a pedir que se le expulse del territorio colombiano como condición previa para cualquier entendimiento futuro. Todavía le impetran que reasuma el poder y ocurren pronunciamientos populares y armados para proclamarlo.



Su decisión definitiva está  tomada. Escribe cartas y documentos que reflejan dolorosamente su amargura y desengaño. Piensa poder marcharse a Europa a cuidar su maltrecha salud. No lo podrá  lograr. El 1 de diciembre está  en Santa Marta, el 6 se traslada a la quinta San Pedro Alejandrino. El mal se agrava y para los que lo rodean se hace evidente que no podrá  sobrevivir. Hace testamento disponiendo de los escasos bienes que le quedan. Lanza su última proclama, que es un llamado desgarrador a la unión y muere el 17 de diciembre de 1830 a la una y siete minutos de la tarde. Tenía 47 años de edad. En 1842 sus restos fueron trasladados y sepultados en la capilla de la familia Bolívar en la catedral de Caracas. Más  tarde, el 28 de octubre de 1876 fueron inhumados en el Panteón Nacional.    A.U.P.
BIBLIOGRAFÍA: directa: BOLÍVAR, SIMÓN. Cartas del Libertador. 2ª ed. Caracas: Fundación Vicente Lecuna-Banco de Venezuela, 1964-1970. 8 v.; __. Correspondencia del Libertador (1819-1829). Caracas: Fundación Vicente Lecuna-Banco de Venezuela, 1974; __. Decretos del Libertador. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1961. 3 v.; __. Discurso de Angostura. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1975; __. Discursos y proclamas; comp. y notas de Rufino Blanco Fombona. París: Garnier Hermanos, [1913]; __. Doctrina del Libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1976; __. Escritos del Libertador. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1964. 17 v.; __. Ideario político; comp. y notas de Jesús Antonio Cova. Caracas: Editorial Cecilio Acosta, 1940; __. Itinerario documental de Simón Bolívar: escritos selectos. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1970; __. Los manuscritos de «La vida del general Sucre». Caracas: Gobernación del Estado Sucre, 1982; __. Obras completas. Caracas: Ministerio de Educación, 1947. 2 v.; __. Obras completas. Suplemento. Caracas: Ministerio de la Defensa, 1952; __. Proyecto de Constitución para la República Boliviana, Lima, 1826, con adiciones manuscritas de Antonio José de Sucre. Caracas: Academia Nacional de la Historia-LAGOVEN, 1978; __. Resumen sucinto de la vida del Jeneral Sucre. Lima: Imprenta del Estado por J. González,  1825; __. Siete cartas inéditas del Libertador. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, Bicentenario de Simón Bolívar (1783-1983), 1983; __. Siete documentos esenciales. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1973; __. La vida del general Sucre. Caracas: Biblioteca de Autores y Temas Sucrenses, 1982. indirecta: A/BIBLIOGRAFÍAS Y GUÍAS. Archivo del Libertador: Casa Natal, Caracas; Indice de la reproducción; costeado por las fundaciones Creole, Shell, Eugenio Mendoza y John Boulton, con motivo del Sesquicentenario de la Independencia de Venezuela. Caracas: Italgráfica,  1961; BECCO, HORACIO JORGE. Simón Bolívar, El Libertador 1783-1830: bibliografía selectiva. Washington, D.C.: Secretaría General, Organización de los Estados Americanos, 1983; BIBLIOTECA NACIONAL. Caracas. Catálogo  de la exposición de libros bolivarianos organizada con motivo del centenario del traslado de los restos del Libertador a Caracas. Caracas: Artes Gráficas,  1943; GRASES, PEDRO. Catálogo  de la exposición bibliográfica  bolivariana organizada en ocasión del Primer Congreso Internacional de Sociedades Bolivarianas. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1962; __. El archivo de Bolívar: manuscritos y ediciones. Caracas: Ediciones Equinoccio; Universidad Simón Bolívar, 1978; LECUNA, VICENTE. Catálogo  de errores y calumnias en la historia de Bolívar. Caracas: Fundación Vicente Lecuna, 1956-58. 3 v.; __. La casa natal del Libertador: su historia, catálogo  de cuadros, muebles y reliquias: datos sobre el Archivo del Libertador. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1954; OCAMPO LÓPEZ, JAVIER. Las ideas bolivarianas: fuentes documentales y bibliografía sistemática  para un estudio de las ideas del Libertador Simón Bolívar. Tunja: Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá,  1977; OSORIO JIMÉNEZ, MARCO ANTONIO. Bolívar y sus detractores: bibliografía crítica de la detracción bolivariana. 2ª ed. Caracas: Librería Piñango, 1979; PÉREZ VILA, MANUEL. Para acercarnos a Bolívar: vida, bibliografía, escritos. Caracas: Ediciones Equinoccio; Universidad Simón Bolívar, 1980; __. Simón Bolívar 1783-1830: bibliografía básica.  Bogotá:  Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, 1983; __. y HORACIO JORGE BECCO. Bibliografía general bolivariana. I. Bibliografía directa de Simón Bolívar. Caracas: Universidad Simón Bolívar; Fundación Bicentenario de Simón Bolívar, 1986; RIVAS, RAFAEL ÁNGEL. Simón Bolívar en publicaciones periódicas del exterior. Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 1980;  Bibliografía del Libertador Simón Bolívar. Washington, D.C.: Unión Panamericana, [1933]. B/TEXTOS Y ANTOLOGÍAS. ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA. Simón Bolívar: ideas fundamentales. Caracas: La Academia 1980; ACOSTA SAIGNES, MIGUEL. Antología de Simón Bolívar. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1981; ANDRADE, JUAN DE DIOS. Pensamientos del Libertador: comentarios. 2ª ed. Caracas: Ediciones Paulinas, 1981; BLOHM, HENRIK. Simón Bolívar: la verdad sea dicha. Caracas: Centro Comunal de Catia, 1976; CARRERA DAMAS, GERMÁN. Simón Bolívar: escritos fundamentales. Caracas: Monte Ávila, 1982; FUNDACIÓN JOHN BOULTON. Acotaciones bolivarianas: decretos marginales del Libertador. Caracas: Fundación John Boulton, 1960; GUZMÁN NOGUERA, IGNACIO DE. El pensamiento del Libertador. 2ª ed. Caracas: Ernesto Armitano, Editor, 1977. 2 v; LECUNA, VICENTE. Papeles de Bolívar. Caracas: Litografía del Comercio, 1917; MINISTERIO DEL AMBIENTE Y DE LOS RECURSOS NATURALES RENOVABLES. Decretos Conservacionistas del Libertador. Caracas: El Ministerio, 1983; PABÓN NÚÑEZ, LUCIO. El pensamiento político del Libertador. Bogotá:  Instituto Colombiano de Estudios Históricos, 1955; PROCURADURÍA AGRARIA NACIONAL. Bolívar agrarista. Caracas: La Procuraduría, 1983; SALCEDO BASTARDO, JOSÉ LUIS. El primer deber. Caracas: Ediciones Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, 1973; SORIANO, GRACIELA. Simón Bolívar: escritos políticos. Madrid: Alianza Editorial, 1969. C/GRANDES COMPILACIONES DOCUMENTALES. BLANCO, JOSÉ FÉLIX y RAMÓN AZPÚRUA. Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. 2ª ed. Caracas: Presidencia de la República, 1978-1979. 15 v.; COMITÉ EJECUTIVO DEL BICENTENARIO DE SIMÓN BOLÍVAR. Bolívar y Europa en las crónicas, el pensamiento político y la historiografía, siglo XIX. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1986. v. 1.; MIER, JOSE M. DE. La Gran Colombia. Bogotá:  Presidencia de la República de Colombia, 1983. 7 v.; O'LEARY, DANIEL FLORENCIO. Memorias del general Daniel Florencio O'Leary. 2ª ed. Caracas: Ministerio de la Defensa, 1981. 34 v.; PÉREZ VILA, MANUEL. Bolívar y su época: cartas y testimonios de extranjeros notables. Caracas: Publicaciones de la Secretaría General de la Décima Conferencia Interamericana, 1953. 2 v. D/BIOGRAFÍAS. ARCINIEGAS, GERMÁN. Bolívar de San Jacinto a Santa Marta: juventud y muerte del Libertador. Bogotá:  Planeta Colombiana, 1988; ACOSTA RODRÍGUEZ, LUIS JOSÉ. Bolívar para todos: visión didáctica  del Libertador. Caracas: Editorial Venelibros, 1991. 4 v.; COVA, JESÚS ANTONIO. El superhombre: vida y obra del Libertador. 3ª ed. Caracas: Editorial Las Novedades, 1943; DÍAZ SÁNCHEZ, RAMÓN. El Caraqueño. Caracas: Círculo Musical, 1967; KEY AYALA, SANTIAGO. Vida ejemplar de Simón Bolívar. Caracas-Madrid: Ediciones Edime, s.f.; LARRAZÁBAL, FELIPE. Bolívar. Caracas: Ediciones Centauro, 1975. 3 v.; LIEVANO AGUIRRE, INDALECIO. Bolívar. Caracas: Ministerio de Educación, 1974; LUDWIG, EMIL. Bolívar, caballero de la gloria y de la libertad. 6ª ed. México: Editorial Diana, 1966; MADARIAGA, SALVADOR DE. Bolívar. México: Hermes, 1951. 2 v.; MASUR, GERHARD. Simón Bolívar. México: Editorial Grijalbo, 1960; MIJARES, AUGUSTO. El Libertador. Caracas: Fundación Eugenio Mendoza-Fundación Shell, 1964; MOSQUERA, TOMÁS CIPRIANO DE. Memorias sobre la vida del Libertador Simón Bolívar. Bogotá:  Banco del Estado, 1980. 2 v.; PERU DE LACROIX, LUIS. Diario de Bucaramanga. Caracas: Tipografía Americana, 1935; POLANCO ALCÁNTARA, TOMÁS. Simón Bolívar: ensayo de interpretación biográfica  a través de sus documentos. Caracas: Editorial Melvin, 1994; SALCEDO BASTARDO, JOSÉ LUIS. Un hombre diáfano:  vida de Simón Bolívar para los nuevos americanos. Caracas: Banco Industrial de Venezuela, 1976. E/ESTUDIOS, MONOGRAFÍAS, ENSAYOS. ACOSTA SAIGNES, MIGUEL. Acción y utopía del hombre de las dificultades. La Habana: Ediciones Casa de las Américas, 1977; ARCINIEGAS, GERMÁN. Bolívar: el hombre de la gloria. Bogotá:  Tercer Mundo, 1983; __. Bolívar y la revolución. Bogotá:  Planeta, 1987; ÁVILA, FRANCISCO J. Bolívar comunicador social. Valencia: París en América, 1971; BELAUNDE, VÍCTOR ANDRÉS. Bolívar y el pensamiento político de la revolución hispanoamericana. Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica,  1959; BENCOMO BARRIOS, HÉCTOR. Bolívar jefe militar. Caracas: LAGOVEN, 1983; BERNAL MEDINA, RAFAEL. Ruta de Bolívar: espiritual y geográfica.  4ª ed. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República; Comisión Nacional del Bicentenario de Simón Bolívar, 1977; BOLINAGA, MARÍA BEGOÑA. Bolívar conservacionista. Caracas: LAGOVEN, 1982; BOULTON, ALFREDO y OTROS. Bolívar en Francia. Caracas: Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar, 1984; BRICEÑO PEROZO, MARIO. Bolívar y el ideal democrático.  Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, s.f.; __. Historia Bolivariana. Caracas: Ministerio de Educación, 1970; BUSANICHE, JOSÉ LUIS. Bolívar visto por sus contemporáneos.  México: Fondo de Cultura Económica, 1960; CALDERA, RAFAEL. Bolívar siempre. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1987; CARRERA DAMAS, GERMÁN. El culto a Bolívar: esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela. 2ª ed. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1973; CREMA, EDOARDO. Lo poético en Bolívar. Caracas: Imprenta Nacional, 1962; CUEVAS CANCINO, FRANCISCO. Del Congreso de Panamá  a la Conferencia de Caracas, 1826-1954: el genio de Bolívar a través de la historia de las relaciones internacionales. Caracas: Ragón, 1955. 2 v.; FELDMAN, MOISÉS. Las crisis psicológicas de Simón Bolívar. Caracas: Imprenta de Miguel Ángel García e Hijo, 1978; FELICE CARDOT, CARLOS. Bolívar humanista y su labor universitaria. Caracas: Imprenta Nacional, 1968; FUENTES CARVALLO, RAFAEL L. Estudio sobre la genealogía del Libertador. 2ª ed. Caracas: La Primera Entidad de Ahorro y Préstamo, 1975; GALLEGOS ORTIZ, RAFAEL. El desafío de Bolívar, o, los olvidos de Arciniegas. Caracas: Editorial Domingo Fuentes, 1985; GUTIÉRREZ, ALBERTO. La Iglesia que entendió el Libertador Simón Bolívar. Maracaibo: Biblioteca CORPOZULIA, 1981; HILDEBRANDT, MARTHA.La lengua de Bolívar: I léxico. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1961; LECUNA, VICENTE. Crónica razonada de las guerras de Bolívar. 2ª ed. Caracas: Fundación Vicente Lecuna, 1960. 3 v.; __. La entrevista de Guayaquil: restablecimiento de la verdad histórica. 4ª ed. Caracas: Fundación Vicente Lecuna, 1962-1963. 2 v.; __. y JULIO PLANCHART. Historia de la casa de Bolívar y anotaciones sobre su reedificación. Caracas: Litografía del Comercio, 1924; LOVERA DE SOLA, ROBERTO JOSÉ. Curazao, escala del primer destierro del Libertador. Caracas: Monte Ávila, 1992; NAVARRO, NICOLÁS EUGENIO. Litigio ventilado ante la Real Audiencia de Caracas sobre domicilio tutelar y educación del menor Simón Bolívar. Caracas: Imprenta Nacional, 1955; PARRA PÉREZ, CARACCIOLO. Bolívar: contribución al estudio de sus ideas políticas. 3ª ed. Mérida: Universidad de Los Andes, 1983; PÉREZ VILA, MANUEL. La formación intelectual del Libertador. Caracas: Ministerio de Educación, 1971; PONTE, ANDRÉS FLORENTINO. Bolívar y otros ensayos: con muchos datos desconocidos. Caracas: Tipografía Cosmos, 1919; PRIETO FIGUEROA, LUIS BELTRÁN. El magisterio americano de Bolívar. Caracas: Editorial Arte, 1968; ROJAS, ARMANDO. Bolívar y el poder moral. Caracas: Imprenta Nacional, 1961; __. Ideas educativas de Simón Bolívar. Madrid: Afrodisio Aguado C.A., 1952; SALCEDO BASTARDO, JOSÉ LUIS. Bolívar: un continente y un destino. Caracas: Edición especial de la Presidencia de la República de Venezuela, 1972; __. Visión y revisión de Bolívar. Caracas: Monte Ávila, 1977. 2 v.; SÁNCHEZ MAC GREGOR, JOAQUÍN. Bolívar: breve ensayo múltiple. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1992; SILVA CEDEÑO, JOSE R. Ideas económicas y administrativas del Libertador. Maracaibo: Universidad del Zulia, 1966; SUBERO, EFRAÍN. Bolívar escritor. Caracas: LAGOVEN, 1983; URBANEJA, DIEGO BAUTISTA. El alcalde de San Mateo: posibilidad y sentido de la presencia de lo hispánico  en el pensamiento y la acción del Libertador. Caracas: Fundación Premio Internacional Pensamiento de Simón Bolívar, 1990; URDANETA BRASCHI, EZEQUIEL. El Bicentenario de Bolívar: medallas y monedas conmemorativas. Caracas: Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar; Banco Central de Venezuela, 1994; __. Bolívar en la numismática  conmemorativa y en las condecoraciones. Caracas: Banco central de Venezuela, 1983; USLAR PIETRI, ARTURO. Bolívar hoy. Caracas: Monte Ávila, 1983; __. Discurso pronunciado en la sesión solemne del Congreso de la República con motivo del sesquicentenario de la muerte del Libertador Simón Bolívar: Padre de la Patria. Caracas: Congreso de la República, 1981; VILA, MARCO AURELIO. Bolívar y la geografía. Caracas: Corporación Venezolana de Fomento, 1973; ZEA, LEOPOLDO. Simón Bolívar: integración en la libertad. México: Edicol, 1980.
BIBLIOGRAFÍA ICONOGRÁFICA: Boulton, Alfredo, El arquetipo iconográfico  de Bolívar. Caracas: Ediciones Macanao, 1984. Boulton, Alfredo. Iconografía del Libertador. Caracas: Seguros La Seguridad, 1992. El rostro de Bolívar. Caracas: Ediciones Macanao, 1982. Los retratos de Bolívar. 2ª edición aumentada. Caracas: Arte, 1964. Iconografía del Libertador. Caracas: Ediciones Macanao, 1992. Pineda, Rafael, Las estatuas de Simón Bolívar en el mundo. Caracas: Centro Simón Bolívar, C.A., 1983. Tenerani y Tadolini los escultores de Bolívar. Caracas: Ernesto Armitano Editor, 1973. Uribe White, Enrique. Iconografía del Libertador. Bogotá:  Ediciones Lerner, 1967.
ICONOGRAFÍA: El retrato más  antiguo que se conoce de Simón Bolívar es una miniatura de autor anónimo, ejecutada durante su permanencia en Madrid (España) de 1799 a 1802, cuando él tendría de 16 a 19 años de edad; se conservó durante mucho tiempo en la familia de su esposa, los Rodríguez del Toro, y pertenece actualmente a la Fundación John Boulton, de Caracas. Le sigue otra miniatura, también de autor anónimo, hecha en París hacia 1804 o 1805, la cual perteneció a Fanny du Villars, a quien él se la obsequió, y se conserva hoy en la Fundación John Boulton. La próxima imagen en orden cronológico lo representa de uniforme, con bigote, y fue realizada por un pintor no identificado en los comienzos de la vida pública del Libertador, hacia 1812, probablemente en Cartagena (Colombia); es un óleo sobre tela que se exhibe en la Quinta Bolívar de Bogotá.  En un retrato ejecutado en pastel sobre papel, durante su permanencia en Haití va vestido de casaca y, como en todos los demás  retratos que siguen hasta 1825, luce bigote; aunque una identificación pegada el dorso dice «Le Général Simón Bolívar/Port-au-Prince, 1815», esta imagen debió de ser pintada en 1816, pues él llegó a la capital de Haití precisamente el 31 de diciembre de 1815; el original se conserva en la Fundación John Boulton, Caracas. Los cuatro retratos hasta aquí descritos no vinieron a ser conocidos del gran público sino en años recientes, por lo cual no tuvieron ninguna influencia en lo que respecta a la imagen que de él se hicieron sus contemporáneos.  La primera representación gráfica  del Libertador que tuvo una amplia difusión en Europa y América fue un grabado hecho en Londres por M.N. Bate en 1819, inspirándose  en un retrato original, cuyo actual paradero se ignora, que pertenecía al publicista británico  William Walton; un ejemplar del grabado se halla en la Fundación John Boulton. En la obra de Bate se inspiraron durante los años siguientes numerosos artistas europeos. Cuando Bolívar llegó triunfante a Bogotá  después de la batalla de Boyacá,  fue retratado varias veces por el artista colombiano Pedro José Figueroa en 1819 y 1820; una de esas obras, que se halla en la Quinta de Bolívar en Bogotá,  es un óleo sobre tela donde él aparece de frente, vestido de uniforme, en ademán  de proteger a una joven indígena que simboliza la libertad; otro óleo de Figueroa, donde Bolívar aparece solo, pertenece a la Academia Colombiana de Historia, en Bogotá.  En años recientes se dio a conocer un retrato en miniatura hecho en Bogotá  en el período 1819-1821, que fue adquirido por el Museo Histórico Militar, Caracas; es posible que su autor haya sido el mismo Figueroa, pero pudo también ser otro artista. Durante los años 1822 a 1824, la imagen de Bolívar fue reproducida por varios pintores del Ecuador y el Perú, quienes generalmente siguieron el estilo popularizado por Figueroa; algunos de ésos fueron ejecutados al óleo sobre latón, otros sobre tela o sobre madera. Después de la batalla de Ayacucho el pintor peruano José Gil de Castro creó en 1825 una imagen del Libertador que es actualmente una de las más  divulgadas; un óleo sobre tela, de gran tamaño, firmado «En Lima, por Gil», donde aparece de cuerpo entero, ya sin bigote, sosteniendo con la mano izquierda su espada envainada. Este retrato, calificado por el propio Bolívar como hecho «con la más  grande exactitud y semejanza», se lo envió en 1826 a su hermana María Antonia, quien lo colocó en lugar de honor en su casa de Caracas; posteriormente fue del general Antonio Guzmán  Blanco y actualmente se exhibe en el Salón Elíptico del Congreso Nacional. Otra notable imagen del Libertador, ejecutada al óleo sobre tela por un artista desconocido en Lima hacia 1826, se conserva actualmente en el Salón de la Presidencia del Senado en Caracas. Durante su última permanencia en su ciudad natal, de enero a julio de 1827, fue retratado del natural por el diplomático  y pintor británico  Robert Ker Porter, pero esta obra se ha perdido. También lo retrató el artista venezolano Juan Lovera, inspirándose  en el lienzo de Gil de Castro que poseía María Antonia Bolívar; uno de los óleos de Lovera, que permaneció durante siglo y medio en manos de sus descendientes, se halla hoy en la residencia presidencial La Casona, Caracas; otro óleo, diferente al anterior, fue obsequiado en 1835 por el propio artista al pintor norteamericano John Neagle y actualmente es parte de la colección de la Sociedad Histórica de Pensilvania (Filadelfia, Estados Unidos). El 15 de febrero de 1828, hallándose  Bolívar en Bogotá,  fue retratado por el médico y artista François Roulin, quien anotó al pie del dibujo lo siguiente: «Général Bolívar dessiné d'après nature à Bogotá/15 février 1828». Este busto de perfil, en el cual el Libertador está  vestido de civil, ha sido llamado por Alfredo Boulton «El arquetipo iconográfico  de Bolívar» porque de él derivaron numerosas imágenes.  Una de las primeras fue una miniatura de autor anónimo, hecha en Francia alrededor de 1828-1829, donde Bolívar aparece de uniforme, la cual perteneció a Roulin y actualmente se halla en la Fundación John Boulton. Durante más  de siglo y medio se ignoró el paradero del dibujo original de Roulin, hecho a lápiz  sobre una hoja de papel florete, el cual sólo era conocido a través de un grabado publicado en Bogotá  en 1881 y de la miniatura ya mencionada; hace unos años dicho dibujo original fue localizado en Colombia y hoy se conserva en la Fundación John Boulton. Pocos meses después de haberlo hecho Roulin, Bolívar fue retratado en Bogotá  en agosto de 1828, por el artista colombiano José María Espinosa, en un carboncillo que lo representa de medio cuerpo, de uniforme y con los brazos cruzados; a partir de entonces Espinosa ejecutó numerosos retratos de Bolívar, en algunos de los cuales figura con sombrero de ancha ala. El mismo artista hizo también óleos de cuerpo entero del Libertador, uno de los cuales fue adquirido recientemente por la Presidencia de la República con destino al Palacio de Miraflores, Caracas. Uno de los últimos retratos hecho por Espinosa del natural muestra al Libertador tal como era en Bogotá  a comienzos de 1830; es un dibujo a carboncillo y lápiz  sobre papel, que pertenece actualmente a la colección de Sylvia Boulton, Caracas. Cuando se hallaba en Cartagena (Colombia) durante los últimos meses de su vida, lo retrató el pintor italiano Antonio Meucci, quien ejecutó varias miniaturas. Una de éstas, firmada y fechada «A. Meucci, pinxit, año 1830», donde figura de uniforme, fue enviada por Bolívar a Fanny du Villars en París, y permaneció en manos de sus descendientes mucho tiempo y al presente se conserva en la Fundación John Boulton; otra, en la cual aparece de civil, pertenece a la colección de Carmen Aída Zuloaga, de Caracas. Todavía en vida de Bolívar, en 1825, se habían acuñado medallas con su efigie en oro, en plata y en bronce en las ciudades de Lima, Cuzco, Chuquisaca (hoy Sucre) y Potosí. En 1829 sus amigos mandaron acuñar una medalla conmemorativa de su salvación, con la leyenda: «La Divina Providencia salvó la vida del Libertador Simón Bolívar la noche del 25 de septiembre de 1828». En 1831, por encargo del general Tomás  Cipriano de Mosquera, el escultor italiano Pietro Tenerani hizo en Roma un busto en mármol,  inspirado en el perfil de Roulin, que se halla en el Museo de los Próceres en Popayán  (Colombia). En años siguientes el mismo artista ejecutó otros bustos, uno de los cuales firmado y fechado al dorso en 1836, perteneció a Fernando Bolívar, sobrino del Libertador, y está  actualmente en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Caracas; el general Daniel Florencio O'Leary, ex edecán  de Bolívar, vio en 1837 este último y escribió que era «muy parecido al Libertador». También se inspiraron en el perfil de Roulin el artista francés David d'Angers para un medallón de bronce hecho en París en 1832 y su compatriota Pierre Joseph Tavernier para la litografía publicada en 1841 en el Resumen de la historia de Venezuela de Rafael María Baralt y Ramón Díaz, litografía que sin fundamento se atribuyó al artista venezolano Carmelo Fernández.  Años después de la muerte de Bolívar se le empezaron a erigir estatuas en diferentes ciudades. Entre ellas la estatua pedestre en bronce, obra de Tenerani, que se inauguró en Bogotá  en 1846 a instancias de José Ignacio París, quien había sido uno de los amigos del Libertador. Un vaciado de esta misma escultura fue colocado en 1869 en la plaza Bolívar de Ciudad Bolívar, sufragada con contribuciones del pueblo. En 1839 el gobierno de Venezuela encargó a Tenerani la ejecución de un monumento a Bolívar, el cual fue colocado en 1852 en la capilla de la familia Bolívar en la catedral de Caracas, donde se hallaba enterrado entonces el Libertador; en 1876 ese monumento fue trasladado al Panteón Nacional. En 1859 fue inaugurada en Lima la estatua ecuestre del Libertador, encomendada al artista italiano Adán  Tadolini por el gobierno del Perú. En 1874 un bronce similar, del mismo autor, fue erigido en la plaza Bolívar de Caracas por disposición del presidente Antonio Guzmán  Blanco. Por esos mismos años, al ser decretada la creación de la moneda nacional, el bolívar, el medallista francés Albert Désiré Barre, de la Casa de la Moneda de París, se inspiró también en el perfil de Roulin, tal como lo habían hecho antes otros como Tenerani, David d'Angers y Tadolini. Desde el último tercio del siglo XIX hasta nuestros días la imagen de Bolívar ha sido plasmada en pintura, grabado, estatuaria y numismática  por numerosos artistas venezolanos y de otros países.