martes, 25 de octubre de 2016

Períodos de la historia de Venezuela

La caracterización y la delimitación de períodos en la historia de Venezuela suscita algunos problemas específicos, además  de los propios de todo intento de periodificación. Dichos problemas tienen que ver con: 

1) La simultaneidad de los procesos de «descubrimiento», «conquista» y «colonización»; 
2) el lapso histórico abarcado por dichos procesos;
 3) la ubicación de la independencia misma;
 4) la ubicación de la República de Colombia (llamada Gran Colombia); 
5) la delimitación de la historia contemporánea;  y 
6) la correspondencia con la periodificación euro-occidental. A esta lista, no exhaustiva, de problemas historiográficos  específicos, cabe añadir los metodológicos básicos  de la periodificación, concerniente a: 
1) La universalidad de los criterios de periodificación; 
2) los cortes cronológicos; y 
3) la funcionalidad de los esquemas de periodificación. Es necesario prevenir contra la tendencia a subestimar la importancia de los problemas suscitados por la periodificación de la historia. Ellos comprometen la comprensión misma de la historia. El reducirlos a una operación de cortes, o de señalamientos, meramente cronológicos, vulnera la esencia misma de los procesos históricos, los cuales deben ser entendidos como una intrincada correlación de continuidad y cambio. Esta básica  comprensión de lo histórico es la primera en sufrir daño por causa de los intentos o esquemas de periodificación mal fundamentados, arbitrariamente realizados o sobrevalorados. Veamos, sumariamente, en qué consisten los problemas específicos. La simultaneidad de los procesos de «descubrimiento», «conquista» y «colonización» es una condición esencial del proceso global, sin la percepción clara de la cual es imposible captar la dinámica  del mismo y sobre todo, comprender los papeles respectivos desempeñados en él por los europeos y por los indígenas, primero, y por los criollos americanos, luego. 

El lapso histórico abarcado por los procesos denominados de «descubrimiento», «conquista» y «colonización» cobra nueva significación cuando se advierte que, en rigor, ellos se extienden hasta el presente, en  áreas de considerable extensión, puesto que la ocupación plena del territorio aún no se ha completado. Desde el punto de vista del relacionamiento con la base indígena, así como desde el de la significación del papel desempeñado por la población criolla y por los recursos generados en el propio territorio, la continuidad del proceso global es sumamente reveladora, como lo es también para la comprensión de formas actuales de ese relacionamiento que muestran escasa o ninguna variación esencial de las generadas en el siglo XVI. La ubicación de los considerados intentos precursores de la independencia, tiene gran importancia desde 2 puntos de vista: en primer lugar, en lo que concierne a la comprensión integral del período colonial, incluidos los procesos críticos del mismo; en segundo lugar, desde el punto de vista de la legitimación a ultranza de la independencia, que ha llevado a rastrear supuestos antecedentes en tiempos tan tempranos como la lógica histórica lo tolere. Dificultades equiparables suscita la ubicación de la independencia, pues lo que se pone en juego, de esta manera, es la visión nacional de la historia de Venezuela. Separar el período colonial del nacional tomando como criterio la declaración de independencia, la constitución de la Primera República, o aun la batalla de Carabobo, deja planteado el problema de la continuidad del régimen colonial en porciones del territorio (Coro y Maracaibo), así como su restablecimiento durante períodos comparativamente muy prolongados (7 años en la provincia de Caracas). En otras palabras, se plantea el problema de marcar el hito inicial de la República independiente. 

   Dificultades también equiparables suscita la ubicación de la República de Colombia, 1821-1830. 
¿Debe considerársele  parte de la Independencia? ¿Se trata del inicio pleno de la República independiente? ¿Constituye, en sí, un período de la historia de Venezuela, intermedio entre el colonial y el nacional? Por su parte, la delimitación de la historia contemporánea  suscita especiales dificultades, derivadas tanto de la periodificación escolar, por mucho tiempo calcada de la historia nacional francesa, como por la prejuiciada identificación de la larga tiranía de Juan Vicente Gómez con un siglo XIX latifundista y caudillesco. Resultado de imagen para las divisiones en los continentes europeos

Por último, deben tomarse en consideración las dificultades planteadas por la correspondencia entre la periodificación de la historia de Venezuela y la euro-occidental, o si se quiere en otros términos: por la ubicación del proceso histórico venezolano en el esquema supuestamente universal generado por la historiografía europea. Con lo antes dicho entramos a considerar la problemática  metodológica básica  de la periodificación, y en primer lugar su universalidad. A este respecto, León E. Halkin recomienda que: «No olvidemos que las divisiones clásicas  de la historia, trátese  de las seis épocas de San Agustín o de las cuatro edades de Hegel, no se aplican sino a la historia general del Mediterráneo  y de Occidente. Aún no se han imaginado divisiones válidas  a la vez para el arte y para las instituciones, para China, México, Rusia y Francia. Las divisiones usuales han sido obra de europeos; están  hechas para europeos. Por ello mismo disminuye su importancia. Su exactitud no es mucho mayor, incluso para la sola Europa». No es menor la dificultad planteada por los cortes cronológicos, no ya desde el punto de vista de la continuidad y la discontinuidad de la historia, en el sentido de la imbricación de los procesos, sino desde el punto de vista de la correlación de los diversos tiempos históricos que son coetáneos  en un momento dado. En suma, indicios suficientes como para concluir, en cuanto a la significación de la periodificación, que ésta constituye un expediente o recurso analítico de uso delicado, en el sentido de que su empleo debe ir acompañado de las prevenciones del caso. Entre éstas merecen ser subrayadas dos: en primer lugar, la periodificación no es jamás  innocua; en segundo lugar, sólo una clara, explícita y crítica fundamentación criteriológica hace útil el empleo de un esquema de periodificación.
      Criterios seguidos en la periodificación  de la historia de Venezuela
Antes de hacer una presentación crítica de los esquemas de periodificación aplicados a la historia de Venezuela, es conveniente tratar de identificar los criterios que les han servido de fundamento, algunas veces en forma explícita, la más  de las veces en forma implícita. Al respecto cabe puntualizar que la crítica historiográfica  permite identificar dichos criterios, aun cuando el autor del esquema no haya tenido conciencia de su explicación. Este último es el caso de la generalidad de los historiadores venezolanos, y es la comprobación de este hecho uno de los fundamentos que ha permitido señalar la falta de elaboración metodológica como una de las características de la historiografía venezolana. Parece posible identificar criterios básicos  de periodificación de la historia de Venezuela: 1) El directamente trasladado de la historia «universal» euro-occidental; 2) el correspondiente a la perspectiva de la historia nacional; 3) el específico o ad hoc; 4) el cronológico; 5) el propio de la época contemporánea;  y 6) el histórico integral.
Los esquemas de periodificación directamente trasladados de la historia «universal» euro-occidental revelan tan fácilmente  su incongruencia que sorprende al espíritu crítico su prolongada vigencia, de no ser porque tras ella subyace la irredimible aspiración del criollo a vincular su historia con la de la o las metrópolis europeas. La base de esta traslación es la secuencia Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna, Edad Contemporánea,  para las cuales se hace forzoso encontrar equivalente en el proceso histórico venezolano, y que por lo mismo compromete la conciliación entre el largo período en el cual se inscribe la historia euro-occidental y el corto período en el cual se inscribe la historia de la sociedad criolla, si bien para superar ese obstáculo  se echa mano del pasado aborigen, convirtiéndolo en la Edad Antigua o en la Prehistoria, según los casos de la evolución de la sociedad criolla. El esquema de periodificación basado en el concepto de historia nacional corresponde a un momento de la historia de la historiografía venezolana, prolongado hasta el presente, en el cual el objetivo primordial no era formar conocimiento sino promover el proyecto nacional. En consecuencia, la formulación del mismo se volvía el más  claro indicio de que con él se iniciaba un nuevo período y, lo que es más,  respecto del cual todo lo sucedido previamente se convertía en un antecedente. De allí la división en período colonial y período nacional. Es oportuno señalar que si bien se es por lo general muy terminante al hablar de período o historia colonial, no han faltado historiadores que refuten esta denominación, bien sea por el propósito de rastrear en él indicios claros de la nacionalidad (se mencionan entonces las reformas de Carlos III), bien sea para diferenciar la relación con la metrópoli española de la vinculación imperialista moderna (se utiliza en este caso la denominación historia o período provincial, y se alega que el término colonia fue específicamente proscrito por la metrópoli). En lo concerniente al período nacional, puede señalarse que no siempre se utiliza esta denominación, sino que suele utilizarse como sinónimo el de «república», si bien el hacer esto no conlleva la aceptación de la denominación «período monárquico»  para el colonial, por cuanto la concepción misma de la historia nacional ha sido llevada al extremo de negarle autenticidad al pasado monárquico.  Se pretende afirmar, de esta manera, que la sociedad venezolana nunca fue realmente monárquica.  Los esquemas de periodificación basados en criterios específicos o ad hoc están  referidos a momentos o procesos propios de la evolución histórica de Venezuela. Presentan la dificultad de que reducen las posibilidades de comprensión de los procesos históricos al desvincularlos de las categorías de la historia universal europea. El uso de estos criterios de periodificación presupone la especificidad, o en todo caso un cierto grado de ella, de la evolución histórica de la sociedad criolla venezolana. A este respecto cabe formular algunas consideraciones.
En primer lugar, «...hablar de un proceso histórico específicamente venezolano sólo sería posible si se disimulara la muy dudosa validez de esa especificidad, pues por su desarrollo histórico, Venezuela (es decir la sociedad implantada o criolla) ha estado inmersa y en permanente vinculación, respecto del desarrollo histórico europeo-occidental...» En segundo lugar, «...sustraer a Venezuela del cuadro de la historia universal europea significaría adoptar una perspectiva limitada, y hasta falsa, que impediría comprender la realidad histórica venezolana al escamotear la interacción, frecuentemente determinante, con lo universal así definido...» En tercer lugar, «...si se parte de la aceptación del vínculo con la historia universal europea, pero sin incurrir en el simplismo de pretender <reproducirla> en todos sus períodos, podría quizá  admitirse la siguiente periodificación: Prehistoria (hasta el descubrimiento, entendido en sentido lato); Edad Moderna (cuyo límite dependería del criterio que al respecto se adoptase); y Edad Contemporánea  (en iguales condiciones). Pero no será  fácil,  para muchos historiadores, renunciar a una suerte de feudalismo venezolano sin Edad Media...» En cuarto lugar, parece lícito pensar que «...en ese marco universal tendrían cabida las caracterizaciones y periodificaciones inspiradas en lo  específico americano, así como en la periodificación universal europea caben matices regionales y aun nacionales. El error estaría en trasladar mecánicamente  toda la periodificación universal europea...» Quizá  sea necesario tener presente que la historia de la sociedad implantada venezolana se desenvuelve en el  ámbito de la Edad Moderna europea, pero en las condiciones de América.
Los esquemas de periodificación basados en el criterio cronológico encubren, con su aparente sencillez, toda una intrincada problemática  metodológica que se puede expresar como la frecuente inadecuación entre el tiempo histórico y el tiempo cronológico. En efecto, repartir la historia en siglos y en años plantea difíciles problemas en cuanto a la continuidad de los procesos históricos, pero también en cuanto a la significación propia de cada uno de los lapsos. Por ejemplo, ya se ha señalado la imbricación entre el período colonial y el nacional, pero también cabría aducir que el siglo XVII venezolano se encuentra atrapado entre un vastísimo y denso siglo XVI, el cual aun no ha concluido en casi una tercera parte del territorio venezolano, y un no menos denso siglo XVIII, el cual sobrevive fragmentariamente en algunas explotaciones agrícolas y en las secuelas de la esclavitud. Por supuesto, le sigue un larguísimo siglo XIX que algunos autores prolongan hasta la década de 1940. La situación es más  comprometida en lo que concierne a los años «vacíos». Obviamente podrá  objetarse que tal situación sólo expresa la insuficiencia del conocimiento histórico disponible, o su excesiva sujeción a ciertos conceptos de lo histórico. Así, para la historiografía bélica los años de paz serían años sin historia. La evidente insuficiencia de la periodificación estrictamente cronológica aplicada a la historia universal europea indujo a adoptar una periodificación en épocas, las cuales se delimitaron sobre la base de características y no de hitos cronológicos. La periodificación de la historia de Venezuela según el criterio nacional sería, probablemente, su equivalente. También la caracterización y delimitación de la época contemporánea  de la historia de Venezuela suscita dificultades, unas referidas al proceso sociohistórico venezolano, otras referidas a la historia «universal» euro-occidental. La principal fuente de dificultades para la delimitación está  constituida por la significación histórica de las casi 3 décadas del gobierno de Juan Vicente Gómez, y a su vez, dicha significación está  vinculada con el profundo trauma causado por ese hecho en la conciencia intelectual de los venezolanos. Son 2 las actitudes principales: la de quienes buscan abrumar ese período histórico negándole  toda proyección en la modernidad contemporánea,  y para ello lo arropan con la ya comentada visión estereotipada del siglo XIX; y la de quienes buscan sobre todo marcar la diferencia con el período subsiguiente, y para ello no les basta con identificar este último con la democracia sino que lo hacen también con el siglo XX. En el fondo, es el mismo criterio que llevó a Mariano Picón Salas a señalar como hito el año de 1941, por ser el año de las primeras elecciones más  o menos democráticas  ocurridas en Venezuela durante el siglo XX; o el que indujo a J.M. Gornés Mac Pherson a dividir la «historia de Venezuela libre» en 2 grandes períodos: el de la independencia nacional y el de la independencia económica, tomando como criterio el pago del saldo de la deuda externa en 1930. Rubén Carpio Castillo relaciona el advenimiento del siglo XX, y con ello de la Edad Contemporánea,  con la fundación de Acción Democrática.  Obviamente, si tomamos como guía la ocurrencia de hechos trascendentales, la nacionalización del petróleo podría reclamar merecida atención, y con ello se complicarían más  las cosas.
A estas dificultades deben sumarse las surgidas de la vinculación de la historia de Venezuela con la «universal» euro-occidental. Hay 3  áreas, cuando menos, en las que se manifiesta esta situación: en primer lugar, la todavía no del todo superada delimitación de la Época Contemporánea  a partir de la Revolución Francesa; en segundo lugar, el tomar como hito para la humanidad toda, y por consiguiente también para Venezuela, la Revolución Rusa; y por último, la pretendidamente hábil  solución de tomar como criterio el de «la historia más  reciente», lo que no hace sino transferir el problema. Un estudio metodológico específico propone como punto de inicio de la Edad Contemporánea  venezolana la Segunda Guerra Mundial, con una fase o etapa de transición que abarca los años 1928-1936-1945. La periodificación, fundada en un criterio histórico integral, pretende tomar como elemento central justamente lo que constituye la traba de otros esquemas, es decir, la continuidad de los procesos históricos; la coexistencia de tiempos históricos diferentes, expresada en el alto nivel de contemporaneidad de la formación histórica venezolana; y la simultaneidad de los procesos conformativos recogidos en el concepto de implantación (por ejemplo, un siglo XVI que corre hasta el presente en los modos del relacionamiento con las sociedades aborígenes). El propósito de captar esta imbricación de procesos simultáneos,  continuos e interrelacionados, llevó a adoptar la división en fases, sin sujetarse a términos cronológicos estrictos, como se verá  más  adelante.
Como se habrá  podido apreciar, este intento de identificación de los criterios básicos  seguidos en los esquemas de periodificación de la historia de Venezuela admite la posibilidad de diversas combinaciones de los mismos. Es más,  puede afirmarse que en rigor, no suelen aplicarse aisladamente. Ciertamente que contribuye a crear esta situación «...la falta de legitimación metodológica observable en los esquemas de periodificación elaborados por la historiografía venezolana...», y la cual se advierte por igual en las periodificaciones que siguen patrones derivados de la historiografía universal y en los esquemas ad hoc, y se manifiesta la ausencia de legitimación metodológica tanto en el uso del orden cronológico como en los criterios seguidos para fragmentarlo. En el primer caso se observa que existe confusión entre el largo y el corto período histórico, y esto hasta el punto de que se llega a demarcar períodos en cuya estrechez resulta imposible pensar que pudieran formarse y adquirir plena entidad formas históricas características, no ya estructurales sino incluso secundarias: así, encontramos períodos que equivalen a siglos, décadas e incluso lustros, situados en un plano de correspondencia que resultaba históricamente insostenible. En cuanto a los criterios de periodificación, éstos suelen ser más  o menos indeterminados y por lo general cambian en el desarrollo de un mismo esquema, con lo que la periodificación pierde todo sentido.
Para apreciar mejor el juego de los criterios de periodificación seguidos en los esquemas de periodificación de la historia de Venezuela, es útil pasar revista a algunos ejemplos representativos, agrupándolos  en 3 grandes rubros: 1) El de los inspirados en los esquemas más  usuales de la historia «universal» euro-occidental; 2) el de los inspirados en criterios específicos o ad hoc, y 3) el basado en el criterio histórico integral. En lo que concierne a los esquemas inspirados directamente en los más  usados en la historiografía «universal» euro-occidental, y acerca de los cuales ya se ha dicho que generalmente son una traslación metodológica, suele jugarse con el esquema Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea,  como lo hizo Eloy G. González,  cuando refiriéndose a Simón Bolívar, diferenció su suerte de la de Francisco de Miranda en «nuestra edad antigua» y la de J.M. Vargas en «nuestra edad media». Francisco Javier Yanes, hacia 1840, había dividido la historia de Venezuela en «antigua» y «contemporánea»,  tomando como divisoria la independencia. Por su parte, Felipe Tejera, en su Manual de historia de Venezuela, utilizó la división entre «historia antigua» e «historia moderna», subdividiendo a su vez esta última. Es necesario hacer algunos señalamientos en cuanto al uso de los esquemas directamente inspirados en la periodificación de la historia «universal» euro-occidental. En primer lugar cabe referirse a la relación que guardan con los esquemas basados en criterios específicos o ad hoc. Es posible pensar que los inspirados en la historia «universal» rigen para el largo período, mientras que los otros lo hacen para el corto y el breve período. Pero esta distinción pierde fuerza cuando advertimos que casi toda la vida histórica de Venezuela transcurre en la Edad Moderna, antes de la cual sólo cabría hablar de una extensa y difusa era precolombina o prehispánica,  lo que haría del todo imposible pensar en algún equivalente de las edades Antigua y Media europeas. Por otra parte, bien puede pensarse que el empleo de esa periodificación por Eloy G. González,  Francisco Javier Yanes y Felipe Tejera «...no responde a una similitud o correspondencia de sus contenidos históricos con sus equivalentes europeos, sino tan sólo al propósito de marcar hitos o etapas que permitieran diferenciar estudios de la vida histórica de Venezuela...» En el caso de Eloy G. González  la Edad Antigua sería un período de inicio indeterminado que se cerraría con el logro de la independencia, iniciándose  entonces la Edad Media, la cual culminaría en algún momento antes de la publicación de su obra Al margen de la epopeya (1906). Es muy marcada la desproporción cronológica entre ambos períodos, pues la Edad Media cubriría menos de un siglo. En el caso de la periodificación establecida por Felipe Tejera, si tomamos en cuenta la fecha de 1873, en la cual aparece prologada, así como el hecho de que por historia moderna se entiende la que se inicia en 1821, queda clara la no correspondencia con el concepto de historia moderna utilizado en la historiografía «universal» euro-occidental: así, la Edad Antigua de Venezuela (desde 1500 hasta fines del siglo XVIII) correspondería a la Edad Moderna europea, mientras que la Edad Moderna venezolana correspondería a una parte de la Edad Contemporánea  europea, según la periodificación clásica  que hace arrancar ésta de 1789. En lo que concierne a los esquemas de periodificación apoyados en criterios específicos o ad hoc, es necesario observar, en primer lugar, que varían siguiendo una pauta dada por el esquema de periodificación que distingue básicamente  entre Colonia, Independencia y República, según un criterio político. En el período colonial se incluye el pasado aborigen como antecedente y se demarcan etapas denominadas «descubrimiento», «conquista» y «colonización», sin fijar criterio respecto de la simultaneidad o secuencia de las mismas. Se suele fraccionar la Independencia en «repúblicas», estableciéndose también una diferenciación mayor entre 2 etapas deslindadas a partir de la constitución de la República de Colombia, y en «años». Al considerar críticamente las muestras de este patrón de periodificación, puede concluirse que su carácter  ad hoc más  que significar un intento de captación de lo específico del proceso histórico venezolano, demuestra subordinación a lo históricamente circunstancial, si es que no denota arbitrariedad interpretativa. Rafael María Baralt estableció este patrón de periodificación al dividir su obra en 2 partes: Resumen de la historia de Venezuela desde el descubrimiento de su territorio por los castellanos en el siglo XV, hasta el año 1797 y Resumen de la historia de Venezuela desde el año de 1797 hasta el de 1830 (1841-1843). Al tomar la conspiración de Juan Bautista Picornell, Manuel Gual y José María España como divisoria entre el período colonial y el inicio de la Independencia, sentó la pauta de aislar del período anterior a la independencia y sus prolegómenos. Guillermo Tell Villegas, en su obra Instrucción popular en Venezuela (1899), fundándose  en un expreso criterio político, distinguió 4 estadios o fases políticas: «...Primera. La del tiempo que permaneció bajo el gobierno de España, o séase la colonial, que principió el 1 de agosto de 1498, en que las carabelas ibéricas descubrieron nuestras costas, y su jefe tomó posesión de nuestro país a nombre de la Corona de Castilla, hasta el 19 de abril de 1810, en que el país, iluminado políticamente por la antorcha de la revolución francesa, y con la conciencia de su derecho, dio el primer paso que lo separara de la madre patria. Segunda. La de la guerra, comenzada por España, que rechazó la demanda, y terminada en el glorioso campo de Carabobo el 24 de junio de 1821. Tercera. La que en 1821 principió en la cuna, y en 1830 terminó en la tumba de Colombia, de esa colosal República que surgió para crear una ilusión y engendrar una esperanza. Cuarta. La de su autonomía, que data desde 1830 en que, separándose  de la unidad colombiana, tomó asiento entre las naciones soberanas...» Sorprende, en este esquema, la ingenuidad en la demarcación cronológica de los estadios, que llega hasta señalar año, mes y día, sin tomar en consideración la imbricación de los procesos políticos. Igualmente llama la atención el desequilibrio cronológico entre los estadios. José Gil Fortoul, en su Historia constitucional de Venezuela (1907), introdujo una variante inspirada en el ordenamiento constitucional. Distingue un primer período denominado Colonia, que culmina en 1809, con lo que se diferencia significativamente del esquema aplicado por Baralt, por cuanto considera los primeros síntomas de la crisis política de la sociedad colonial como parte del período colonial. El segundo período, «La Independencia», se inicia en 1810 y culmina con la «Disolución de Colombia» y la muerte de Bolívar, en 1830. El tercer período, «Reconstitución de la República. La Oligarquía Conservadora», se inicia en 1830 y se cierra con los acontecimientos del 24 de enero de 1848. El cuarto período, «La Oligarquía Liberal», se extiende hasta 1863. Además,  previó otros períodos denominados «La Federación», «La Autocracia», El Eclecticismo» y «La Restauración», con lo que habría pagado tributo a lo meramente circunstancial hasta debilitar todo su esquema, en el cual lo más  novedoso fue la periodificación del lapso 1830-1863, que ha perdurado hasta hoy. Respecto de este esquema de periodificación, el cual enriquece el esquema básico  respetándolo  en lo esencial, es oportuno señalar que en su concepción pesa mucho el criterio constitucionalista del autor, el cual le lleva a centrar su historia en la evolución de la forma constitucional, aunque sin desatender la práctica  política consiguiente. En cuanto a su demarcación en «oligarquías», pareciera que no tuvo por objeto el delimitar períodos históricos en sentido estricto, sino que constituye un recurso metodológico para diferenciar estadios de un período republicano que, al aparecer indiviso, sugeriría una homogeneidad engañosa. Esto último permitiría comprender, de paso, la secuencia de microestadios sucesivos que el autor no llegó a tratar. Es decir, que de esa manera su periodificación quedaría reducida a los 3 períodos básicos:  Colonia, Independencia y República.
En la extensa gama de los esquemas de periodificación basados en criterios ad hoc, ocupan un lugar especial los que toman las «revoluciones» como hitos. Andrés Ponte ofrece en su obra Cómo salvar a Venezuela una muestra especialmente elocuente de este género de periodificación. Distingue «nueve períodos de revoluciones»: 1810-1819; 1819-1830; 1830-1846; 1846-1858; 1858-1863; 1863-1868; 1868-1870; 1870-1900 y 1900-1935 (la obra fue publicada en 1936). En este esquema es claramente perceptible la desproporción cronológica entre los períodos, así como el hecho de que en el más  prolongado de ellos, es decir el que corre entre 1900 y 1935, no hubo, según el autor revoluciones «...en el sentido técnico de la palabra [...] sólo algunos golpes de mano, no insurrecciones...», lo que significa que no se rige por igual criterio que los períodos precedentes. Substrayéndose en gran parte al patrón básico  de periodificación enriquecido por José Gil Fortoul, en años recientes se han propuesto algunos esquemas de periodificación que caben también en el rubro de los fundados en criterios ad hoc, aun cuando alguno de ellos incorporen nuevos componentes historiográficos  e ideológicos. Entre estos esquemas interesa comentar especialmente, por su proyección prolongada en la historiografía venezolana, el empleado por Carlos Irazábal  en su obra fundamental, Hacia la democracia. Distingue 5 períodos denominados: «La Colonia», «La Independencia, «El régimen democrático  no se estabiliza», «La matriz del absolutismo» y «Hacia la democracia». En rigor, el último no es propiamente un período sino una prospectiva ideológico-política. Por constituir la obra más  bien un conjunto de ensayos que una exposición sistemática  del proceso histórico venezolano, no resulta fácil  establecer la correspondencia con demarcaciones cronológicas. No es exagerado decir también que la periodificación sobre la cual se erige combina lo tradicional con lo circunstancial, no parece obedecer a criterios claros, mucho menos expresos, y lo más  significativo, no evidencia el propósito de elaborar un esquema de periodificación fundado en el materialismo histórico, del cual es sin embargo avanzada en las ciencias sociales venezolanas. Consideraciones semejantes, en cuanto a la indeterminación metodológica y criteriológica, pueden hacerse acerca del esquema elaborado por Federico Brito Figueroa para su Historia económica y social de Venezuela. Distingue 3 grandes períodos: «La Formación de Venezuela», «Venezuela siglo XIX» y «Venezuela siglo XX» y en este último, establece 2 épocas: «Venezuela en la época de la penetración imperialista» y «La época del neocolonialismo». La fundamentación criteriológica de este esquema de periodificación no queda clara, pues combina la estructuración cronológica tradicional con una visión del siglo XX inspirada en una concepción marxista no elaborada.
En lo que concierne a la periodificación basada en un criterio histórico integral, cabe decir que constituye un intento de replanteamiento metodológico de la periodificación de la historia de Venezuela, atendiendo al conjunto de los factores históricos, y superando las periodificaciones fundadas en la «universal» euro-occidental y en los criterios ad hoc. La proposición más  acabada, en este sentido, sirve de estructura a la obra Formación histórico-social de Venezuela, elaborada por el equipo sociohistórico del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela. Sobre la base de una indagación metodológica sistemática,  referida tanto al conjunto de las sociedades latinoamericanas como a la venezolana, se adoptó un criterio de periodificación que obedece a una nueva percepción de la especificidad de la formación social venezolana, basada en 2 rasgos fundamentales: 1. «...La unidad del proceso sociohistórico de la formación social venezolana, que puede ser analizado como un proceso de implantación aún no concluido, 2. El alto grado de contemporaneidad...» En cada momento de ese desarrollo sociohistórico se aprecia la presencia simultánea  y articulada de elementos generados en diferentes momentos de ese desarrollo. De esta manera, la realidad presente se constituye de una simultaneidad de elementos sociohistóricos. Para intentar recoger esta dinámica  histórica, se opera con 3 fases: Fase de estructuración de los núcleos primeros y primarios de implantación; Fase de conformación, fraguado y crisis de la formación social venezolana; y Fase de estructuración capitalista de la formación social venezolana. De esta manera, el proceso histórico venezolano a partir de 1500 es concebido como el juego de las 3 fases a medida que adelanta el proceso de implantación con la ocupación plena del territorio. En su obra Una ojeada al mapa de Venezuela, Enrique Bernardo Núñez había anticipado en parte este esfuerzo de captación integral de la historia de Venezuela, en términos especialmente elocuentes al mismo tiempo que adoptaba el patrón básico  de periodificación: «...Tres son los períodos más  definidos de la historia de Venezuela a partir del descubrimiento por los europeos: Conquista, Colonización e Independencia, formas todas de un mismo proceso. Estas palabras son piedras mágicas  con la cuales es posible abarcar el pasado y el presente de nuestro país. La Conquista no concluye en el siglo XVIII. Ni la Colonia propiamente dicha finaliza en la Independencia. Fluye de todo esto una permanente actualidad. La historia contemporánea  nos hace volver los ojos hacia la plenitud de estos términos, Conquista, Colonización e Independencia. Son 3 etapas que se prolongan hasta nuestros días. Se diría que todo nuestro pasado fuese presente...»
Nueva problemática  de la periodificación  de la historia de Venezuela
Si bien la discusión en torno a los criterios aplicables a los esquemas de periodificación, así como la cuestión de la delimitación de los períodos, están  dominadas por consideraciones de orden metodológico y criteriológico, no debe perderse de vista la vinculación orgánica  que existe entre la periodificación de la historia y la comprensión de la misma, y el cómo ésta última se encuentra, a su vez, subordinada a la evolución histórica concreta, expresada en el grado de madurez alcanzado por la sociedad. En este sentido, puede afirmarse que se ha venido gestando una nueva problemática  de la periodificación de la historia de Venezuela, y que ésta se encuentra relacionada, fundamentalmente, con el cambio que se ha operado en la sociedad venezolana durante las últimas décadas. Para el caso, la expresión esencial de ese cambio consiste en que se plantea la necesidad de ampliar la perspectiva histórica, la cual ha permanecido casi hasta el presente absorbida por la preocupación de impulsar el proyecto nacional venezolano. Así como esta visión nacional de la historia de Venezuela relevó a la historia patria, consagrada ésta a la legitimación de la independencia, ahora se actualiza la urgencia de adoptar una perspectiva integral que permita captar la totalidad del proceso histórico de la sociedad venezolana, en la cual la nación representa una etapa que debe ser articulada históricamente con otras etapas que conforman junto con ella el curso global de la sociedad criolla, en conjunción con las sociedades aborígenes, insertas éstas en su propio curso histórico. De esta manera, la comprensión de la historia de la sociedad venezolana determina la obligación de elaborar un nuevo instrumental metodológico, que incluya el requerido por la periodificación. Puesta en esta línea de desarrollo, la comprensión de la historia de Venezuela habrá  de encarar, en mejores condiciones teóricas, el problema de su especificidad, así como el de su articulación con la historia «universal» euro-occidental, problema éste de cuya solución depende la correcta diferenciación entre el significado del vínculo histórico real que ha unido y une a Venezuela con esa historia «universal», y la visión euro-occidental de ese vínculo. Quizá  sea de cierta ayuda para el caso el comprender que la determinación del grado de especificidad del proceso histórico venezolano no depende tanto de la intensidad, y ni siquiera del sentido de ese vínculo histórico real, como del grado de autonomía crítica y de autenticidad sociocultural con que el criollo venezolano perciba ese vínculo. Se abriría, de esta manera, una nueva fase de la discusión sobre la problemática  de la periodificación de la historia de Venezuela.  

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